-Tengo miedo de decir algo que no deba y no poder recuperarlo. Me preocupa que me partas en dos.
-Eres muy inteligente. Qué sorpresa. ¿La estatua dejade de la esposa del presidente del Grupo Solidaridad?
—Sí. Se hizo hace tiempo. Me di cuenta de que se parecía, así que hice que el chófer la trajera -le dije mientras lo miraba con miedo-. No fue un desastre de regalo, ¿verdad?
-Con la mirada feliz en la cara de la esposa del presidente ves lo mucho que le gustó —dijo Roberto. No esperaba que sacara un pañuelo y empezara a limpiar el sudor de mi brazo—. Lo hiciste bien hoy. Fuiste bastante rápida. Espera una recompensa de mi parte.
Su voz era gentil. También su mano mientras limpiaba el sudor en mi piel. Sabía que todo esto era un acto para el resto. Sin embargo, todavía enviaba ligeras olas de emociones a través de mi corazón. Olas muy pequeñas.
—¿Qué recompensa?
—Ya verás —dijo. Me agarró de la barbilla de repente y me besó en los labios sin previo aviso—. La recompensa.
Resoplé.
—Me habría negado si lo hubiera sabido.
No esperaba que se riera. Sonaba feliz. Su pulgar me acariciaba la barbilla.
-Así que, no eres una completa idiota. Eso es bueno de saber.
A nadie le importaba cómo se sintiera. Me escurrí de abajo de su brazo y dije:
—Voy al baño.
Los labios de Roberto sabían a vino. El sabor persistió en mis labios. Era fuerte y dulce con un tinte de amargura.
Eso resumía a Roberto de manera perfecta. Era una contradicción andante.
No me imaginaba encontrar a Roberto esperándome fuera del baño cuando salí. Se me puso la piel de gallina cuando lo vi.
—Te esfuerzas demasiado con este truco publicitario. Es demasiado falso.
—¿Por qué estás tan seguro de que no estoy haciendo esto porque de verdad quiero? -dijo mientras se aferraba a mi brazo—. El piso está un tanto mojado. Vi tus tacones. Están muy puntiagudos como para caminar sobre superficies resbaladizas.
¿De verdad se estaba preocupando por mí? Bien. Le creeré. ¡Por ahora!
El presidente del Grupo Solidaridad y su esposa estaban disfrutando de la presentación musical cuando volvimos a la mesa. Fue una canción larga. El cantante estuvo durante mucho tiempo sin hacer una pausa. Fue un placer escuchar su voz.
—Mi esposa no entiende lo que se está cantando -dijo sonriente el presidente del Grupo Solidaridad.
-Tampoco sé nada sobre los orígenes de la canción. Nos parece muy agradable la presentación.
-Está cantando el monólogo final de Romeo -le dije-. En «Romeo y Julieta», Romeo bebe el veneno frente a la tumba de Julieta. Él está cantando el monólogo. La música es etérea y llena de sutiles giros musicales y las letras son poéticas y dolorosas. Las primeras líneas van así:
«¡Descansa, muerte! ¡Un muerto te ha enterrado!
¡Dicen que a punto de morir, el hombre siente un último instante de alegría;
lo que el enfermero llama el relámpago antes de la muerte!
¿Puedo llamar a esto mi relámpago?
¡Amor mío, mi esposa, ya la muerte secó la miel de tu respiración, pero aún no domina tu belleza!
¡Aún no te conquista! ¡El estandarte de la belleza muestra su escarlata aún en tus mejillas y en tus labios!».
»Este segmento pinta una imagen perfecta de los sentimientos de Romeo, su declive y la muerte de Julieta.
No estaba tratando de presumir. Disfrutaba leyendo sobre temas aleatorios cuando no tenía nada más que hacer. Mi padre me había llevado a una obra que había incluido esta pieza. Cuando volví había investigado al respecto.
La pareja mayor escuchó mi explicación con atención. Roberto quedó fuera de la conversación mientras explicaba la historia y traducía la letra a la esposa del presidente del Grupo Solidaridad. Estaba encantada. Con las manos firmes en la mía me preguntó:
—Señora Isabela, ¿sabe cantarla?
-No va a sonar muy bien.
-Cante unas líneas -pidió emocionado el presidente del Grupo Solidaridad.
Roberto me miró en silencio. Parecía que estaba sola en esto. Probablemente quería saber cómo iba a lidiar con esto. Había estado feliz presumiendo hace un momento y ahora, me iba a avergonzar.
Pensé por un tiempo, y luego dije:
-Puedo sólo algunas líneas, pero en español.
A la esposa del presidente del Grupo Solidaridad no parecía importarle.
—Está bien. Cante en español entonces.
Subí al escenario e interpreté una pieza corta. Era un segmento pequeño en el que Romeo termina su monólogo y muere antes de la entrada de fray Lorenzo. Se tenía que cantar en un español que parece antiguo cuando se interpreta una pieza de Shakespeare. Mi pronunciación no era precisa, pero era suficiente.
Disfrutaba de la parte en la que Romeo habla de su dolor antes de beber el veneno. Sonaba serio. Cada palabra rebosaba de emoción genuina y dolor.
-¡Primo mío, perdóname! Ah, Julieta,
¿por qué sigues tan bella? ¡Estoy pensando que tal vez
te ama la inasible muerte!
Y que este monstruo te ha escondido aquí
y en esta oscuridad seas su amante.
Me quedaré contigo todavía por miedo de esto,
y ya no saldré más de este palacio de la noche oscura.
¡Aquí me quedaré con los gusanos
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