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Un extraño en mi cama romance Capítulo 243

Este hombre no tenía vergüenza. Insistió en verme mientras me vestía. Lo empujé un par de veces pero no entendió el mensaje. Sin otra alternativa, me di la vuelta y comencé a cambiarme. Después de quitarme la pijama, me di cuenta de que no me había puesto ropa interior limpia. Qué incómodo.

―¿Puedes traerme ropa interior? ―le pedí abruptamente.

―¿De qué color? ―preguntó con emoción.

Debí haber sabido que era un raro. Sólo los pervertidos se emocionan por escoger la lencería de una mujer. Le dije que cualquiera estaba bien. Se fue y volvió casi de inmediato con los brazos cargados de lencería.

―No tienes ninguna morada.

―Las blancas o piel están bien. No hay ninguna regla que diga que debes combinar la ropa interior con el vestido.

―¿Pero no sería mucho mejor si combinaran?

―No existe la lencería morada ―dije―. No la venden en ese color.

―Eso no es problema.

No tenía idea de lo que pasaba por su mente. Alargué el brazo mientras me mantenía firmemente volteada.

―Dame la blanca.

Me la pasó.

―¿Qué talla eres?

―Eso no te incumbe.

¿Ya nos estábamos hablando de nuevo? No estaba al tanto. Parece que no le importaba cuando preguntó eso desvergonzadamente.

―Bueno, tu talla de copa se ve respetable.

―Ja, ja ―dije mientras me ponía rápido el brasier―. Puedes ponerte un par si tanto te gusta.

Antes de terminar de ponerme el brasier, sentí que su mano me tomaba el hombro y me volteaba. Me cubrí el pecho con los brazos y lo fulminé con la mirada.

―¿Qué haces?

―¿Por qué siempre eres tan hostil conmigo? Tú fuiste quien faltó a mi fiesta. Yo debería estar enojado.

―Adelante, enójate. No podría importarme menos.

No despegaba los ojos de mi busto. Si no me dolieran tanto los pies, le habría dado un pisotón. Tenía una mirada peligrosa en los ojos. Lo sabía. Dejarlo verme mientras me vestía era buscarme problemas.

―Roberto, voy a llegar tarde. Compórtate.

Antes de que pudiera terminar de hablar, tomó el broche del brasier con los dedos. Estaba entre las copas, de modo que ponérmelo era mucho más conveniente que los brasieres que tenían los broches en la espalda.

―Te ayudaré.

Rogué que no fuera a empezar a sangrarle la nariz antes de que terminara. Me ayudó a abrochar el brasier. Me puse el vestido apresuradamente. El guardarropa era de tamaño considerable, pero con él ahí dentro todo se sentía apretado y sofocante. Le empujé las manos.

―Ya terminé. ¿Puedo salirme?

Él no parecía listo para irse. Sus dedos jugaban con las perlas de mi vestido.

―¿Qué le pasó a tu teléfono?

―Se me cayó.

―¿Cuándo?

―Ayer. Después del trabajo.

―¿Por eso no te llegaban las llamadas?

―Ajá.

―Ya veo.

Me miró. Su semblante era abrasador. Tuve la sensación de que mi cabello se incendiaría en cualquier momento.

―Entonces, llevaron a la madre de Andrés al hospital y te buscó para que la cuidaras. ¿Verdad?

―¿Cómo supiste? ―Levanté la mirada bruscamente al preguntarle. Pasó un minuto antes de que cayera en la cuenta―. Abril te dijo, ¿verdad?

No lo admitió ni lo negó. Abril tenía la boca demasiado grande. No quería que Roberto supiera la verdad tan pronto. No me importaba que llegara a las conclusiones equivocadas.

―¿Por qué no me llamaste?

―No pude recordar tu número.

―¿Y por eso decidiste dejarme esperándote toda la noche?

¿Dijo que me esperó toda la noche? ¡Qué descaro!

Capítulo 243 ¿Qué clase de ayuda? 1

Capítulo 243 ¿Qué clase de ayuda? 2

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