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Una madre para el hijo de mi jefe tirano romance Capítulo 4

Se suponía que estaría abriendo mis alas en una nueva vida. No encogiéndolas ante la terrible vergüenza e ira que me está consumiendo. Ver al hombre con el que pase la noche más mágica que hubiese tenido, poniendo un rostro de absoluto pánico al recordárselo.

El cambio de sus expresiones es tan drástico, que es doloroso.

—Déjanos a solas — pide Damián imponente a Natasha.

Si pienso que ella se negará, eso queda desestimado muy rápido. Natasha ya se está parando y esquivándonos para salirse de su propia oficina sin chistar.

—Tómense el tiempo que quieran — se despide.

Veo la puerta por la que se fue, después veo a Damián que va a sentarse a la silla de Natasha. Como si esta fuese su oficina, aunque si Rowan es su abuelo, y él tiene un puesto tan grande para la edad que aparenta, eso hace más sentido. No le calculo más de 30.

—¿Todos tus empleados te temen? ¿Qué clase de jefe eres? — pregunto desconcertada.

—Uno que no quieres tener. ¿Para qué la insistencia? — responde de mal humor.

Ya que estamos a solas y el señor parece dispuesto a escucharme, hablo con más libertad.

—Aplique para esta empresa mucho antes de conocernos en ese club. Si tanto te molesta. Bórralo, y yo lo borraré porque-

—¿A cuál club te refieres? ¿En cuál fecha? — pregunta estrictamente.

—¿Mango? ¿El sábado pasado? — respondo confundida.

Él de pronto se toca la cabeza como si le doliese mucho, se estruja el rostro con su palma. Tal cual como si estuviese experimentando un gran dolor. ¿Ser un imbécil te da dolor de cabeza? Me entero.

—¿Cómo se llama el hotel donde pasamos la noche? — pregunta.

Me cruzo de brazos obstinada.

—No fuimos a un hotel, fuimos al apartamento que alquilé en Faena House — le explico algo que no debería estarle explicando — ¿Podrías dejar de fingir que no te acuerdas de esa noche y que me estás tratando así por esta?

Sus ojos se dirigen a mí en un rápido movimiento que percibo a través de sus dedos. Aunque no es fácil intimidarme, quién no se intimida con un loco como éste.

—Escucha Leonor — ya se ha quitado las manos de la cara, vuelve a su ser usual.

—Es Leonora — le corrijo.

—Da lo mismo — corrige él, sólo sonrío — Esa noche estaba tan bebido que no recuerdo casi nada. Apenas tengo escasos recuerdos míos saliendo de ese edificio. Dado mi estado, comprenderás que lo que pasó allí se tiene que quedar allí y no comentárselo a más nadie.

Me confunde su explicación. ¿De verdad no se acuerda de mí y tiene problemas de bebida?

—No comprendo. ¿Si apenas recuerdas lo que pasó entre nosotros, por qué me quieres despedir?

Él quiere hablar, pero no puede hacerlo. La puerta se abre sin que antes toquen, me sorprende que sea un hombre mayor de traje. Reconozco en sus facciones a Damián con suma facilidad. La puerta se cierra, el hombre me extiende su mano.

—Leonora, es un placer tenerte con nosotros — saluda, tomo su mano súper perdida — Lamento todos los inconvenientes que hayas tenido desde tu llegada. Soy Rowan Goldstein, el abuelo de Damián.

—Mucho gusto… señor Rowan — respondo por responder. Esto es muy raro.

Más raro se pone cuando veo a Damián de pie, recto como soldado y atento a lo que diga Rowan. El abuelo lo mira con una sonrisa suave.

—¿Le has hecho pasar un mal rato? ¿No te he educado mejor Damián? — bromea o regaña. No lo sé — Tuve la fortuna de conocer en mi juventud a tu bisabuela Leonor, una gran dama. Quisiera que lo tuvieras presente.

Así que… pude entrar en parte por el apellido de mi familia. O eso es lo que ha hecho que el CEO de una empresa que maneja billones de dólares venga a evitar que me despidan. Es un poco desmoralizante, pero al mismo tiempo me está salvando. Irónico ¿no?

—Perdón, su contratación me tomó por sorpresa. No la considero adecuada para el puesto abuelo — responde en tono militar Damián.

—Pero yo sí. Y lo que yo diga, se hace — advierte y me ve a mí en una sonrisa bonachona — Veo el potencial en ti, espero con ansías que formes parte de la gran familia Goldstein.

Menciona eso, y se va con las manos entrecruzadas en la espalda. Natasha le abre la puerta, y la vuelve a cerrar para dejarnos a los dos a solas. Esta vez cuando veo a Damián noto la derrota en su rostro.

Capítulo 4: El inicio de la guerra 1

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