Venganza de la Luna desesperada romance Capítulo 5

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Capítulo 5. de Venganza de la Luna desesperada novel

Ni a él ni a mí nos emocionaba especialmente el comer, pero necesitábamos energía para el viaje. O al menos Gail la necesitaba.

No creo que rebotar por horas requiera energía.

Tomamos de nuestra “bolsa” improvisada hecha con su camisa rota lo último de la caza del día anterior y lo comimos crudo.

No queríamos alertar de nuestra presencia a la manada. Aún no.

-¿Ya se te ocurrió cómo vamos a escalar hasta la Casa de la manada? - Preguntó con la boca llena.

-Trabajo en eso. - Murmuré.

La montaña se dividía en dos: la parte de la base y la parte de la cima.

En la base era relativamente sencillo escalar ya que tenías más puntos de apoyo para manos y pies. El problema era la cima: kilómetros de hielo sólido que no podías atravesar ni con las garras más afiladas del mundo. O eso era lo que decían los rumores.

De todas formas nos preparábamos para tomar precauciones.

Aún no tenía un plan para llegar. Quizá él podría hacerlo solo, pero no quería dejarme atrás.

Después de todo, se quedaría conmigo hasta que completáramos nuestra venganza. Nada mejor que un objetivo en común para apaciguar dos almas en pena.

La tarde caía lentamente y solo me quedaban un par de horas para pensar en cómo llegar a la cima sin morir en el intento.

-¿Tienes alguna idea? - Pregunté esperanzada y él solo me miró.

-La de los planes geniales es… era mi pareja y lo sabes. Iré a buscar agua.

Se levantó y se fué sin otra palabra. Yo suspiré, a veces era muy torpe socialmente hablando.

Era cierto. Abi era la mente maestra de todas nuestras aventuras desde pequeños.

Yo solía ser la chica que se arriesgaba a cualquiera de sus ideas mientras que Gail era el encargado de hablar sobre los peligros de esos planes.

No lo escuchábamos, pero le dábamos la cortesía de fingir que lo hacíamos.

Limpie algunas lágrimas que salieron por recordar a mi amiga y miré a mi alrededor en busca de una manera de subir.

Y nada se me ocurrió.

Él regresó a los pocos minutos y ambos partimos de inmediato.

-Entonces…

-No tengo un plan.

Gail maldijo sin dejar de correr.

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