El calor del cuerpo de aquel hombre la rodeó desde atrás, al mismo tiempo que acercaba el aliento a su oído:
—¿Esta es tu primera vez? —le susurró él.
La atmósfera desconocida que se formaba cerca de su oreja la hizo sentir que un escalofrío recorría su columna, pero aun así, no se atrevió a hacer ningún sonido.
Lin Xinyan pudo sentir que el hombre se detuvo por un momento y luego, escuchó de nuevo su voz diciendo:
—Todavía puedes decir que no, si no quieres hacerlo.
—No me arrepentiré de esto… —dijo sacudiendo la cabeza y apretando las palmas con nerviosismo.
Tenía 18 años, se suponía que esos serían los años más maravillosos de su juventud, pero…
«¡Duele!»
El insoportable dolor la hizo temblar mientras se encontraba en los brazos del hombre. Se mordió el labio inferior. Se guardó para sí misma la única dignidad que le quedaba y permaneció en silencio todo el tiempo. Aquella era su primera experiencia sexual. Estaba nerviosa y temerosa de ese hombre, pero al mismo tiempo, podía sentir su increíble musculatura y fuerte complexión; no parecía fatigarse y continuaba dominándole el cuerpo, satisfaciendo su lujuria en aquella larga y miserable noche.
Una vez que terminó, el hombre se puso de pie y entró en el baño. Exhausta, Lin Xinyan se levantó de la cama, se vistió de nuevo y salió de la habitación. En el recibidor del hotel, había una mujer de mediana edad, era con quien había cerrado el trato; cuando vio que Lin Xinyan iba de salida, le entregó una bolsa plástica negra y murmuró:
—Tu recompensa.
Lin Xinyan tomó la bolsa y se apresuró a salir del hotel con el dinero. Hizo lo posible por llegar al hospital en el menor tiempo posible, sin prestarle atención al dolor que sentía en el abdomen.
El pasillo estaba silencioso antes del amanecer. Había dos camillas desplegadas afuera del quirófano listas para usarse; sin embargo, eso no era posible debido a que aún no se había hecho el pago pertinente. Cuando Lin Xinyan vio esto, se sintió devastada y comenzó a sollozar.
—¡Tengo el dinero! ¡Tengo el dinero! Por favor, salve a mi madre y a mi hermano…
Mientras decía esto, le entregó a toda prisa el dinero al doctor, quien hizo que la enfermera contara el dinero y luego, le ordenó al personal que llevaran a la madre de Lin Xinyan al quirófano y la prepararan para cirugía. Ella vio que no hacían lo mismo con su hermano; entonces, comenzó a rogarle al doctor:
—Por favor, salve también a mi hermano.
—Lo siento, es demasiado tarde, ya no hay nada que podamos hacer por él —respondió el doctor con el corazón abatido.
«¿Demasiado tarde?»
Aquella verdad golpeó a Lin Xinyan como un mazo que hacía trizas de manera brutal toda esperanza que tenía. El dolor era tan intolerable, que lo sintió como si la hubieran apuñalado en el pecho con un cuchillo y, al mismo tiempo, los cólicos y espasmos la debilitaban, imposibilitándola a permanecer de pie.
Ocho años atrás, cuando ella tenía diez, su padre había tenido un amorío y las dejó a ella y a su madre, quien estaba embarazada. Las envió al extranjero, a un lugar que les resultaba extraño por completo. Después de eso, nació su hermano; tres años más tarde, lo diagnosticaron con autismo, lo cual causó más adversidades de las que ya tenían debido a su ajustada situación financiera, por lo que ella y su madre tuvieron muchos trabajos de medio tiempo para poder sobrevivir.
Cuando ocurrió el accidente de una manera tan súbita que sintió una profunda desesperanza, pues no tenía familiares con quien contar, dinero, ni el apoyo de la fría y despiadada sociedad. Por ende, como último recurso, vendió su cuerpo. No obstante, no pudo hacer que su hermano reviviera. Se sentía miserable, pero todavía no se había perdido a sí misma.
La vida era cruel, pero debía enfrentar todo aquello con una sonrisa en el rostro, pues tenía una madre quien cuidar y que la necesitaba.
Después de haber recibido el tratamiento, su madre comenzó a recuperarse poco a poco, pero se le rompió el corazón cuando supo que su hijo había fallecido.
—Aquí estoy, mamá. Por favor, sé fuerte y vive —dijo Lin Xinyan mientras lloraba y abrazaba a su madre.
Durante todo un mes estando en el hospital, Zhuang Zijin siempre se sentaba junto a la cama en un estado de aturdimiento diario. Lin Xinyan sabía que extrañaba a su hijo y, que de no haber hecho nada, su madre también habría muerto.
Lin Xinyan había sido expulsada de la escuela a causa de la gran ausencia que tuvo por cuidar a su madre, quien por fortuna mejoraba día con día.
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