Viviendo con Mi Jefa Esposa romance Capítulo 871

La energía era informe e incolora; era indescriptible.

Sin embargo, era innegable que estaba ahí.

Por el momento era débil, pero Wilbur podía sentir que la energía era uniforme y consistente.

Esta consistencia estaba alimentada por una fuerza poderosa.

Wilbur aún no podía comprender la consistencia, pero puso a trabajar a su Segunda Consciencia para analizarla de inmediato. Estaba seguro de que lograría grandes cosas con esto.

Wilbur sonrió y cogió la corona del Papa.

La gema roja de la corona brillaba con intensidad.

"Esta gema me resulta bastante familiar", reflexionó.

Karl intervino entonces: "Fue la anciana Catherine quien cedió su gema para esta corona que hicimos".

"Oh".

Wilbur miró a Catherine, que bajó la cabeza e hizo una reverencia.

Luego, miró a la multitud que tenía delante; todos parecían abrumados por la emoción. Era como si estuvieran esperando que ocurriera algo.

Como así era, Wilbur no dudó más. Se puso la Corona del Dragón de Fuego y abrió los brazos.

Catherine se acercó con la túnica del Papa, se la puso a Wilbur y alisó cuidadosamente cada pliegue.

La túnica blanca tenía llamas y nubes cosidas en los dobladillos, y un dragón de fuego en el pecho.

Debajo había una capa dorada con múltiples dragones de fuego bordados que escupían llamas doradas.

Wilbur se puso la Corona del Dragón de Fuego, la túnica del Papa y la Capa de las Llamas.

Inmediatamente pareció aún más imponente y con más autoridad.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Catherine, que cayó de rodillas a los pies de Wilbur, temblando.

Los creyentes ya habían establecido un fuerte sentimiento de confianza y respeto hacia Catherine, ya que sus discursos parecían llenarles de un sentimiento de creencia y fe que nunca antes habían sentido del todo.

Todos se alegraron mucho de su nombramiento como Santa Patrona.

"¡Su Santidad la Santa Patrona!".

"¡Su Santidad la Santa Patrona!".

"¡Su Santidad la Santa Patrona!".

Los gritos de la multitud continuaron durante los siguientes minutos.

Al final fue Wilbur quien los calmó. "Vayan a casa, mis devotos creyentes, y difundan la palabra de fe donde puedan. Todos los creyentes del Señor del Dragón de Fuego serán bendecidos con su guía".

La multitud se inclinó profusamente, agolpándose para besar los pies de Wilbur antes de levantarse a regañadientes para marcharse.