Vuelve a casarse: Su ex esposa multimillonaria romance Capítulo 86

Guadalupe durmió casi hasta las 10 de la mañana. Para alguien tan disciplinada como ella, eso rara vez sucedía.

Luchó por levantarse; sentía su cuerpo un poco más caliente de lo normal y también le dolía la cabeza.

Sacó del cajón un termómetro electrónico y revisó su temperatura corporal. Era de suponerse, tenía fiebre.

Después de enviarle un mensaje a Sheila, se cubrió con una sábana y volvió a dormirse.

Probablemente debido a la fiebre, Guadalupe comenzó a soñar con su pasado.

Por ejemplo, una vez en la escuela secundaria, una pandilla callejera detuvo a Guadalupe. Ella se desmayó después de que uno de ellos la atacó. Y más tarde, un compañero la salvó.

En su sueño, Guadalupe vio a un chico correr hacia ella para abrazarla.

Luego soñó que estaba en el hospital con Marcos y María a su lado.

La enfermera dijo que el chico que llevó a Guadalupe al hospital no había dejado nada más que una chaqueta de béisbol.

La chaqueta estaba manchada de sangre. Cuando María la lavó, encontró una nota adentro.

La nota decía: "Aritz...".

Guadalupe se despertó de repente, vio el techo blanco sobre su cabeza y se dio cuenta finalmente de que todo había sido un sueño.

Secó el sudor de su frente con la mano, se levantó y se cambió. Luego abrió las cortinas.

Era mediodía. El sol brillaba con mucha intensidad.

Guadalupe se paró frente a la ventana francesa durante bastante tiempo antes de ir a lavarse el rostro.

Cuando el agua fría le salpicó la cara, tembló.

Se miró en el espejo, sólo para verse enferma y pálida.

Después notó que su teléfono estaba vibrando. Se dio la vuelta y contestó. "¿Hola?".

Noah frunció el ceño inconscientemente, al escuchar la voz baja y ronca de Guadalupe. "¿Qué te ha pasado?".

Ella reconoció la voz de Noah. Tosió dos veces y bajó la voz. "¿Qué pasa?".

"¿Te resfriaste? ¿Ya fuiste al hospital?", cuestionó, ignorando la pregunta de Guadalupe.

Ella tuvo un repentino dolor de cabeza. No tenía mucha paciencia con Noah. Frunció el ceño y dijo: "No es gran cosa. Me tengo que ir".

Colgó la llamada y salió de la habitación para servirse un vaso de agua. Luego se sentó en el sofá a beberlo.

Después de eso, se sintió mucho mejor. Se apoyó en el sofá y miró la cola colgante del reloj de gato que le había regalado Ainoa.