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Vuelve conmigo ex-esposa romance Capítulo 6

Un sentimiento de frustración me invadió de repente. Sabía que tenía razón, pero el peso de la situación era demasiado para alejarlo de nuestros hijos.

—No puedo hacer esto —murmuré, sintiendo que la conversación se deslizaba entre mis dedos.

—Comprendo, mi niña. En ocasiones, es necesario afrontar circunstancias complicadas para poder desarrollarnos. —Sus palabras fueron un bálsamo y un obstáculo al mismo tiempo.

—Papá, ¿acaso quieres verme sufrir? —vociferaba con frustración—. Tú hiciste este contrato… —ladeaba la cabeza intentando aguantar las lágrimas de la rabia—. ¡Este contrato con Alexander donde yo pierdo! No solo me ofreciste como un objeto de intercambio hacia él… ahora tengo que aguantarlo, aunque no quiera. —Llevaba mi mano a mi pecho, intentando calmar mi corazón, el cual corría por las intensas emociones.

—Cariño, yo nunca te ofrecería como un objeto. Eres lo más preciado para mí —respondió con su voz monótona pero calmada, esa voz que utilizaba cuando todo era una simple transacción de negocios—. Pero en el mundo de los negocios, los sentimientos no pueden enlazarse. Nuestros hoteles necesitan sus restaurantes de la misma manera que él nos necesita a nosotros, así que la respuesta final es no. —Sus ojos me escudriñaron—. Necesitábamos un restaurante de renombre. ¿Recuerdas qué pasó cuando tuvimos un restaurante sin tanto prestigio? Varios intoxicados y una demanda colectiva. No permitiré que se rompa este contrato porque necesitamos un restaurante que, con solo el nombre, amerite confianza. Además, él necesitaba expandirse más rápido. Esto es ganar y ganar para ambos.

Salí de su oficina con la mente agitada, sintiendo una fuerte lucha entre nosotros donde solo perdería lo que más me interesaba… mis hijos. Mientras caminaba hacia la habitación de ellos para abrazarlos, recibía una notificación:

SecretShadow: No deberías rodearte con Alexander. Él le pertenece a alguien más y si no te alejas, me encargaré de que lo que más amas desaparezca.

—Yo lo quiero lejos —murmuré—. Es él quien se empeña en molestarme la existencia. —Con sumo enojo bloqueaba el contacto, intentando ignorar esos mensajes.

La mañana siguiente, estaba con mis hijos. La cocina estaba impregnada con el olor del café recién preparado y los pancakes cocinándose con un ligero sonido en la sartén. Anoche me vi envuelta en una acalorada discusión por correo electrónico con Alexander; llegué a creer que él aguardaba mis mensajes frente a su escritorio para contestarlos de inmediato. La disparidad entre mis mensajes y sus contestaciones era de menos de diez minutos, como si estuviera concentrado únicamente en fastidiarme.

Suspiré levemente. Alexander sería el caos para molestarme solo con su mera presencia en mi cabeza. Al percibir el ruido de unos pasos en la escalera de mi casa, volví la vista hacia la mesa por encima de mi hombro. Anastasia se encontraba sentada a la mesa, jugueteando con su cabello mientras sonreía y movía los pies debajo de la mesa. Observé detenidamente a mi alrededor y me di cuenta de que mi pequeño huracán no estaba presente.

—Cariño, ¿dónde está Alejandro? —pregunté con voz dulce al colocarle un pancake en un plato para entregárselo.

Anastasia pasó la lengua por sus labios mientras cogía un tenedor para partir un trozo del pancake. Alzó la mirada del plato y, con un suave movimiento de la mano, indicó la dirección de la escalera. La inquietud que crecía en mi pecho persistía, aunque el ritual matutino me mantenía distraída. Creí que se estaba demorando en cepillarse o quizás en cambiarse de ropa, pero al extenderse el silencio más de lo acostumbrado, una sensación gélida recorrió mi espalda.

Coloqué la espátula a un lado, dejando que mi instinto de madre se manifestara. Caminé hacia la habitación de Alejandro y, al momento de abrir la puerta, sentí un nudo en la garganta. En ese momento, se encontraba recogido en la cama, con un tono de piel más claro de lo habitual y una tos áspera que me provocó una gran preocupación.

—Oh, mi pequeño osito —musité, acercándome a su lado para sentarme en la cama—. ¿Por qué no me dijiste que te sentías así? ¿Por qué no le pediste a tu hermana que me trajera?

Con mis manos acaricié su frente. La temperatura era elevada. El calor era insoportable. Al coger el termómetro, percibí que su temperatura corporal estaba elevada, lo que me hizo fruncir levemente el ceño. No podíamos ignorar esa fiebre tan elevada como si no fuera importante.

—No puedes quedarte en casa —dije, casi en un susurro—. Necesitamos llevarte al hospital.

Justo en ese momento, se escuchó el timbre de la puerta. Emely, como de costumbre, llegó puntualmente una vez más. La vi entrar y supe que Anastasia probablemente le dijo que estábamos aquí al señalarle. Ese sábado se suponía que yo iría a pasear con mis hijos mientras Emely tenía una cita con su novio.

—Emely, necesito tu ayuda —le dije, con una prisa que apenas podía disimular—. Alejandro no se siente bien. Tiene fiebre, y creo que deberíamos ir al hospital.

Emely asintió, comprendiendo la seriedad de la situación. Anastasia, la cual subió de la cocina, nos observó. Pude ver cómo su mirada preocupada se acercó a su hermano, susurrándole algo, a lo cual Alejandro, tosiendo, movió ligeramente la cabeza.

—Tu hermanito mayor es fuerte, no es nada —tosía.

—Anastasia, ¿quieres quedarte aquí mientras yo te cuido? —preguntó Emely con dulzura—. Prometo que todo estará bien mientras tu mami va a llevar a tu hermano al hospital.

Sin embargo, Anastasia negó con la cabeza, lo que me entristeció al notar la firmeza en su mirada.

—Observa, cariño —intervine en la conversación—. Teníamos pensado ir al salón recreativo este fin de semana, ¿te acuerdas? Alejandro se va a poner bien, y Emely se quedará contigo. Voy a acompañarlo al hospital por un momento, mientras tú te quedas aquí con tu tía.

La expresión de mi hija cambió por un momento, pero seguía con dudas. Vi cómo el miedo luchaba contra la promesa de algo divertido. Aun así, sabía que era lo mejor.

6. Fiebre 1

6. Fiebre 2

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