( 18) SWEET CANDY y DARK SHANE - SEX HARD romance Capítulo 2

La vida me enseñó a ser un hijo de puta y no contar con nadie. Nunca había sentido nada realmente por la gente a mi alrededor, incluso antes de lo de mi madre. No fui un chico divertido y sonriente, no pensaba en los demás y mucho menos me interesaría por alguien que no fuese yo. Cuando Carish nació la atención fue más para ella que para mí y en parte lo agradecía, mi padre quería estar siempre sobre mi, durmiendo conmigo, dándome besos e incluso caricias en partes donde un papá no debe tocar a un hijo. Nunca sentí nada, excepto asco.

A Carish me gustaba joderla, me reía al escucharla llorar, esa era mi única diversión. Le jalaba el cabello, la pellizcaba, pero cuando creció empecé a hacerle otras cosas como cortar su cabello por gusto, golpearla para ver su piel tornarse violeta, le lanzaba fósforos encendidos a su cuerpo con la intención de que se quemara, me gustaba molestarla y escucharla rogarme por que me detuviese, por que la dañaba mucho, era música para mis oídos.

Cuando tenía 15 años y empezó mi abuso sexual, yo ya estaba casi destruido. Pensé en defenderla porque simplemente siempre odié que alguien que no fuera yo la hiciera llorar, cuando mi padre la obligaba a practicarme sexo oral y a mi con ella siempre lloraba mucho, eso era lo único que me gustaba de aquello.

Usualmente me alquilaban hombres que daban buena cantidad por mi, trabajaba cinco días a la semana por lo que eran muchos, tal vez demasiado. No veía nada de ese dinero pero sí como mi padre guardaba todo el efectivo en la caja fuerte que estaba justo tras la cabecera de su cama. La clave era 1418, las fechas de cumpleaños de mi hermana y yo.

La primera mujer con la que estuve tenía 40 años, yo 16 recién cumplidos. Lo primero que hizo al alquilarme por una semana a mi padre luego de pagarle muchísimo dinero, fue llevarme a su "cueva" y prepararme una tina caliente para bañarme. El baño olía a sales y era muy relajante, me recordaba a mamá cuando mi padre no estaba cerca. Ella tenía el cabello oscuro y sobre los hombros, su cuerpo estaba lleno de curvas peligrosas y era alta, sus mejillas estaban rellenas y su rostro tenía forma de corazón. Sus ojos eran muy llamativos, de color miel llenos de pestañas. No sonreía mucho y cuando me hablaba su tono era bajo y pausado, como si tuviese cuidado de no quebrarme. Tonta era puesto que mi papá me había quebrado hace un tiempo ya.

—Pásame la esponja— pidió a mis espaldas cuando me desnudé y entré con precaución, mirando todo a mi alrededor. Obedecí volteando para alcanzarle la esponja púrpura que estaba llena de jabón líquido, sorpresa la mía de que ella se estaba terminando de desnudar y caminaba en mi dirección con paso seguro. Sus pechos tambaleaban con cada paso y las areolas cafés eran llamativas contra la piel blanca, sus caderas eran gruesas y se metió en el agua detrás de mi. No la miraba pero sentí la esponja rozar la piel de mi espalda y no resistí el leve brinco que mi cuerpo dio inconscientemente.

—¿Cuantos años tienes realmente, lindura?— me dijo sobre mi oído y miré al agua. Papá decía que tenía 13 años porque los mayores no llamaban mucho la atención y valían menos, era delgado y la gente lo creía, él siempre decía que no dijese mi verdadera edad.

—13 años, señora.

—Sé que tienes más, cariño— dijo segura con las manos humedeciendo mi cabello. Cerré los ojos gracias al placer que me produjo sus uñas en mi cuero cabelludo— Tal vez tienes quince o dieciséis. Estás muy bien dotado para tener menos- abrí los ojos y me sonrojé, me daba vergüenza lo que me decía y sentí su risa en mi espalda, la humedad de su boca en el lóbulo de mi oreja me hizo encogerme— ¿Nunca te haz cogido a una mujer, cierto?— Parecía casi segura de sus palabras

—No, señora— mi tono era muy bajo y ella se levantó del agua para sentarse frente a mi, rozando su pubis y sus senos en mi rostro y causándome más vergüenza de la que ya sentía. Me miró a los ojos gracias a sus dedos en mi barbilla que me negaban la posibilidad de ocultar mi pálida mirada

—Tienes unos ojos hermosos— murmuró

—Gracias, señora- ella me sonrió y delineó mi labio inferior con su dedo, puso sus manos en mi cuello y acercó su cuerpo al mío quedando sobre mis piernas y apretando su busto contra mi pecho

—No te sientas apenado, yo voy a enseñarte lo que es dar y recibí placer de manos de una mujer. También vas a aprender como pasar del dolor al placer en un segundo— y me besó en los labios con fuerza asustándome por su dureza. Sus manos se clavaban en mi cabeza y sentía su lengua luchar con la mía sin experiencia alguna, luchaba por respirar pero luego de unos minutos que parecieron ser eternos no aguanté más y la aparté de un empujón.

Ella sólo sonrió con malicia y se acercó a mi lentamente aunque sin tocarme, pasó la lengua por sus labios y yo miré preocupado mi entrepierna, mi pene estaba despertando como cuando miraba a las chicas desnudas en las películas pornográficas. Se dio cuenta y una mano suya cubrió mi falo, me sobresalté por el toque pero me miraba con tranquilidad, de nuevo me besó en la boca, esta vez con más cuidado y yo decidí ser valiente y seguir su acción introduciendo mi lengua dentro de la suya y así sentir la batalla en mi cavidad bucal.

Su mano masajeaba mi pene subiendo y bajando de él y yo sentí mi respiración acelerarse, ella se separó de mi y puso su atención en mi entrepierna, ahora la otra mano jugaba con mis cojones y yo no reprimí un gemido ronco lleno de placer. Me sentía asqueroso pero muy dentro de mi estaba realmente sorprendido de disfrutar eso que me hacía. Sentí mi cuerpo tensarse como cuando los hombres estaban próximos a acabar dentro de mi y sabía que había llegado mi eyaculación. Ella también parecía saberlo por lo que se detuvo dejándome confundido, avergonzado y lleno de placer.

Sus ojos estaban oscurecidos y se puso de pie, el agua goteaba por su cuerpo y sus prominentes senos tenían los picos totalmente levantados. Miró hacía abajo y me apresuró a levantarme tomando mi mano.

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