Sofía hizo un esfuerzo mental para encontrar un tema de conversación que pudiera aligerar el ambiente, sin embargo, antes de lograrlo, se escuchó el sonido de los pasos cerca de ellos.
Ella y Leonardo se volvieron hacia el sonido, y unos segundos después, vieron a las personas que se acercaban.
Eran el Señor Octavio y Daniel, que se dirigían al estacionamiento.
El Señor Octavio estaba en una llamada. Parecía que había un problema con un proyecto en el trabajo y tenía que ir a la oficina para resolverlo.
Ya fuera un evento social que tuviera Guillermo o un problema en la compañía, el Señor Octavio los resolvía todo.
Los hermanos Cibeles no estaban en buenos términos entre sí, pero tenían claras sus responsabilidades.
Ninguno de los dos vio a Leonardo y Sofía.
Después de que Daniel se subiera al asiento del conductor y el Señor Octavio se subiera al asiento del pasajero, el auto se marchó.
Ella se quedó mirando el estacionamiento y chasqueó la lengua.
-Siempre hay mucho qué hacer en tu empresa. ¿Cuánto ganan en un año?
Él no pudo responderle, ya que era diferente cada año.
Después de haberlo dicho, ella recordó su propia empresa.
-Oye, ¿qué tal si te llevo a esa tienda al mediodía de mañana? La propietaria dijo que cerraría el negocio después de este mes. Estoy pensando en pedirle que me haga el traspaso.
Ya estaban a mediados de mes, por lo que le quedaban unas dos semanas.
Él respondió: -Puedo ir a echar un vistazo mañana, pero no deberías comenzar un negocio de forma tan apresurada. Si quieres hacerlo, primero tienes que pensarlo. ¿Lo vas a llevar a cabo tú misma? ¿Sabes cómo?
Por supuesto que ella no sabía cómo. Iba a tener que contratar a alguien y planeaba pedirle a la muchacha de la tienda, si ya no la quería.
Sabía que sus postres eran de bastante calidad, solo era que la chica no tenía capital. Sofía tenía el potencial para hacer que funcionara si le ofrecía un sueldo más alto.
Por otro lado, a Leonardo no le parecían tan urgentes esas cosas.
-Hablemos después de echar un vistazo mañana.
Los dos se quedaron sentados allí por un rato más. Sofía divagaba sobre sus ideas y algunos planes futuros.
Hablaba de todo, mucho de lo que decía era para sí misma. Sonaba como las cosas que alguien diría después de haber bebido demasiado.
Aun así, Leonardo prestó atención a cada palabra. Nunca antes había prestado tanta atención a las cosas que ella decía.
—¿Hay algún problema?
Sin embargo, Leonardo estaba de pie en la puerta con su teléfono en la mano. Se quedó conmocionada, nunca se le ocurrió que podría ser Leonardo.
Él le entregó el teléfono.
-Hace un rato, cuando regresamos...
De repente recordó que puso su teléfono en una mesa de piedra que estaba a un lado cuando estuvieron en el jardín y él se lo había traído cuando regresaron.
Ella quería ver cuáles eran sus intenciones, así que lo dejó llevarlo todo el camino de vuelta. Tomó el teléfono con lentitud mientras decía:
-Oh, eres tú. Me olvidé por completo de esto.
Mientras tanto, él estaba demasiado nervioso como para siquiera mirarla.
Su pijama. Ese tipo de pijamas ¿Cuál era la diferencia con no usar nada?
Respiró hondo y se volvió hacia el pasillo.
—Ya me voy.

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