Entrar Via

Adiós, mi falso matrimonio romance Capítulo 39

Aunque no había muchos comensales en el restaurante, hubiera sido vergonzoso discutir en público. Leonardo había bajado los ojos cuando su mirada se desplazó hacia el brazo de la mujer y frunció las cejas. Sus rasgos faciales siempre tenían un aura de frialdad, seguro tenía algo que ver con la habitual expresión inexpresiva que llevaba a diario. Sus cejas fruncidas no significaban que estuviera furioso, sino que solo lo hacían parecer que iba a estallar en cualquier momento. La mujer frunció los labios, pero no aflojó su agarre.

-Presidente Cibeles, ¿podemos hablar? El Presidente Macías es sincero en cuanto a esta colaboración y me será difícil enfrentarme a él si nuestras conversaciones no salen bien.

Se burló y mantuvo su expresión distante.

-La forma en la que usted lo enfrentará no tiene nada que ver conmigo.

A ella le sorprendieron sus palabras y no supo cómo responder. Él dio un tirón a su brazo para soltarse del agarre de la mujer antes de salir del restaurante y dirigirse al ascensor. No había mucho que hacer ese día, así que le dio a Gerardo un día libre, es decir, era una forma de darse un respiro a sí mismo también. Había estado ocupado durante los últimos tres meses. Entre el fallecimiento del Abuelo Cibeles y la gestión de su funeral... Eso, de por sí, había sido muy agotador, pero incluso después de ocuparse de su funeral, no tuvo tiempo suficiente para descansar y tuvo que volver de inmediato al trabajo. Sus empleados incluso tuvieron la oportunidad de tomarse un largo descanso debido al fin de semana, pero él no. Sin embargo, su colaboración con el Grupo Universum parecía estar arruinada. Pero no se arrepentía de nada, sino que estaba agradecido por poder aprovechar la oportunidad de descansar bien. La mujer lo persiguió fuera del restaurante, pero le faltó valor para seguirlo dentro. Se detuvo frente al ascensor, con una expresión de dolor que pedía compasión. Las puertas no tardaron en cerrarse y Leonardo dejó escapar un largo suspiro de expectación. No tenía ni idea de lo que ella pensaba: la forma en que se vestía era muy similar al traje que Sofía había llevado a la playa el otro día. Al igual que ella, la mujer también llevaba el pelo trenzado, que caía con libertad sobre su hombro.

De alguna manera, mirarla le recordaba a Sofía, pero era innegable que esta última era mucho más atractiva que aquella mujer. Sofía era atractiva, pero no según los estándares de belleza tradicionales o estereotipados. Era seductora y a la vez elegante como una suave brisa. Había visto a muchas mujeres de distintos tipos, pero ella era única. Leonardo apartó con rapidez sus pensamientos, inseguro de hacia dónde se dirigía. Cuando las puertas del ascensor se volvieron a abrir, regresó a su habitación. Al entrar, su móvil recibió una notificación: era un mensaje de texto de Gerardo. Era una foto. La foto no era de Sofía sola. El hombre que la había hecho hablar el otro día también había sido capturado. Ella miraba algo a lo lejos con la cabeza un poco inclinada hacia arriba mientras el hombre la miraba de forma directa desde su lado. Su mirada era suave y tierna como un arroyo. Leonardo no borró en ese momento el mensaje como lo hacía siempre, sino que se tomó su tiempo y lo estudió. La iluminación era estupenda y su piel clara brillaba como una perla reflectante en la foto. Parecía que estaban en un lugar turístico, ya que había una multitud en el fondo. Después de mirarla un rato, Leonardo borró el mensaje. Tiró el móvil a un lado y sacó una silla para sentarse junto a la ventana. La playa estaba bastante vacía. El sol brillaba con fuerza y resultaba un poco chocante para la vista. Se recostó en su asiento y cerró los ojos. No había planeado tomar una siesta, pero acabó cediendo con la suave y cálida luz del sol como telón de fondo y se quedó dormido. Durmió de forma ligera y tuvo un sueño. En un fondo bullicioso, soñó con su primer encuentro con Sofía. Había pasado menos de un año desde que se conocieron hasta que se casaron, así que ella no se veía muy diferente en comparación con cuando se acababan de conocer. Tenía más o menos el mismo aspecto que en el momento actual. La única diferencia era la forma en que se vestía: era mucho más informal. El Abuelo Cibeles hizo que alguien la trajera por aquel entonces, ya que todavía estaba hospitalizado. A Sofía la llevaron directo al hospital para que lo viera. Cuando uno no estaba en un sueño profundo, su mente solía estar bastante alerta. Leonardo sabía que estaba en un sueño; sabía que se despertaría aunque se resistiera un poco, pero prefirió no hacerlo y miró de forma intensa la puerta de la habitación del hospital. Esperaba que ella entrara. En la bruma de su conciencia, estaba seguro de haberla visto, pero el escenario que lo rodeaba cambió de repente. Ahora, Sofía estaba encima de él, interrogándolo como si la hubiera traicionado; era tenaz e inflexible.

Mientras escuchaba su negación, se inclinó para darle un beso. El sueño se sintió mucho más real de repente; incluso tuvo la extraña sensación de que le mordisqueaban los labios sin previo aviso.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adiós, mi falso matrimonio