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Adiós, mi falso matrimonio romance Capítulo 66

La abstención de alcohol, que era el primero de los cinco preceptos del budismo, no carecía de fundamento; la bebida podía meter a la gente en verdaderos problemas. En realidad, Sofía sabía lo que estaba pasando. Parecía saber lo que estaba haciendo, pero no podía hacerse cargo de su cuerpo. Se quitó de forma rápida toda la ropa y se colocó debajo de la regadera. El frío la hizo temblar.

—¿Qué te pasa, Leonardo? El agua está helada. -Sus palabras fueron suaves y amables. Después de eso, se dio la vuelta, caminó unos pasos y abrazó a Leonardo como si tratara de obtener algo de calor de su cuerpo. Leonardo rechinó los dientes. A pesar de que él también había bebido una buena cantidad de alcohol, no estaba tan mal como ella. En ese momento, quizá porque el cuerpo de Leonardo no estaba tan caliente como ella esperaba, resopló—: ¿Por qué tu cuerpo también está frío? —Si no fuera porque Sofía tuvo los ojos cerrados todo el tiempo, Leonardo habría pensado que ella había actuado a propósito. Justo en ese momento, ella estaba frotando su pecho. Al final, no pudo encontrar un punto que la calentara. Así que movió sus caderas-. ¿Podrías por favor poner el agua más caliente?

Leonardo se quedó un rato mirando la puerta del baño. Al final, se le ocurrió una idea. Exhaló de forma lenta antes de poner sus manos en el hombro de Sofía.

-Sofía.

Ella no respondió. Con una mano, Leonardo le levantó la barbilla. El agua que golpeaba su cara la irritaba. Por ello, se dio la vuelta.

—Deja de molestarme.

Su voz sonó afligida. Leonardo gruñó.

Para su sorpresa, Sofía cerró poco a poco los ojos y se quedó dormida. Gracias al alcohol, Leonardo se sentía excitado y emocionado; era una sensación que nunca había tenido. En algún momento, mientras hacían el amor, recordó la escena en la que Sofía estaba boca abajo en el bar. Se veía débil y frágil, parecía una niña pequeña que nunca había visto el mundo real. También recordó aquel momento en el que ella se sentó con las piernas cruzadas en la silla con sus manos grasicntas mientras mordisqueaba una pinza de cangrejo, lo que contrastaba con sus modales de dama cuando aún estaba en la Residencia Cibeles. Además, recordó la última vez que la vio, que era también lo que más odiaba ver. Le hizo pensar que ella solo estaba montando un espectáculo; era tedioso. En ese momento, sintió pena por ella; no estaba seguro de si seguía bajo la influencia del alcohol. «La pobre Sofía, que estaba sola en la familia de otro». En esta situación, Leonardo comenzó a golpearla más fuerte.

Sofía parecía no sentirse muy cómoda. Agarró a Leonardo por la espalda y gimió antes de decir:

-Imbécil, te odio.

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