Gerardo no le dio más importancia y se limitó a asentir:
-Si tengo. Tengo unas más conmigo. En un momento te las traigo. —Luego, miró a Sofía—. ¿Qué te gustaría cenar?
Sofía parecía algo abatida.
—No lo sé. Depende de ustedes. No tengo preferencias.
Su pensamiento inicial, fue pedirle a Gerardo que le consiguiera una píldora del día siguiente, pero después de pensarlo un poco, decidió no hacerlo, ya que consideraba que sería mejor que se las comprara ella misma.
Gerardo la observó de frente.
—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal del estómago después de beber?
-No. -Sofía sonrió-. Solo estoy un poco cansada.
Gerardo le preguntó con una sonrisa en el rostro: ~¿Por qué sigues cansada después de una siesta tan larga?
Después de soltar la broma, se dio la vuelta y se dirigió a preguntarle a Leonardo qué le apetecía tomar.
Leonardo, estaba de igual manera agotado. Se apoyó en el sofá, con el teléfono en la mano.
-Llamemos al servicio a la habitación, ¿de acuerdo? No tengo ganas de moverme mucho.
Al verlo, un pensamiento un tanto malvado, cruzó por la mente de Gerardo.
-¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Por qué ambos están tan cansados? ¿Están ocultando algo?
Con lentitud, Leonardo volteó a ver a Gerardo, sin decir una palabra.
Rápido, el rostro de Gerardo se volvió serio.
-Voy a hacer los pedidos. ¡Comamos aquí entonces!
Leonardo no le respondió.
Entonces, Gerardo se dio la vuelta, se sentó en la silla del rincón, hizo una llamada telefónica y levantó las órdenes de comida.
Mientras tanto, después de permanecer un rato más en la habitación, Sofía se levantó y salió del lugar.
-Voy a salir por un momento y volveré enseguida.
Sus palabras tomaron desprevenido a Gerardo.
Después de no obtener respuesta de ella, la Señora Cibeles se enfadó.
-Te estoy hablando a ti, Sofía. Déjame preguntarte una vez más: ¿fuiste a buscar a Leonardo?
Entonces, Sofía colgó el teléfono de inmediato. Se quedó callada porque estaba intentando con todas sus fuerzas evitar decir algo. Sin embargo, colgarle a la Señora Cibeles, con toda probabilidad, también la agitaría.
Justo en ese momento, Sofía se sentía un poco liberada. Volvió a guardar su teléfono y entró una vez más al hotel.
Cuando salió del ascensor y llegó a su habitación, vio que Leonardo estaba al teléfono, en cuanto abrió la puerta. No le era difícil adivinar con quién estaba hablando.
En ese momento, Leonardo levantó la vista, miró a Sofía y comentó:
—Ya te dije que no es lo que crees. Te lo explicaré cuando vuelva. Está bien, estoy un poco ocupado aquí.
Hablaremos pronto.
Después, Leonardo colgó el teléfono.
Aunque los dos le habían colgado a la Señora Cibeles, esta no se enfadaría con Leonardo, solo culparía a Sofía de todo.
Sofía ignoró a Leonardo y se burló antes de ir directo a su habitación.

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