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Adoptando a la hija del CEO romance Capítulo 18

—No me iré.

¿Ha dicho que no se irá? ¿Cómo es posible qué no se irá?

No pude evitar reírme de su respuesta, seguro que me veía como una loca por la manera en cómo me he reído, pero era inevitable hacerlo, puesto a que era realmente estúpido pelear con él.

—¿Se puede saber por qué no te puedes ir?

—Son órdenes.

—¿Órdenes?

—Sí.

—Te pido que por favor te vayas, esto es acoso y puedo demandarle.

No espero a que me responda, sino que lo dejo con la palabra en la boca y regreso a la casa. Cierro de un portazo y entro en mi habitación. Me tiro en la cama y me obligó a cerrar mis ojos para dormir, pero era imposible. No podía dejar de pensar en lo fastidioso que era tener a ese hombre cavernícola afuera de mi casa.

Las horas pasan y fue imposible dormir. No tuve más opción que levantarme de mala gana y cambiarme de ropa para ir a visitar a Mía y reemplazar a mi abuela.

Apenas termino de arreglarme, tomo mi teléfono y pido un taxi para ir con ellas. Cuando escucho que ya ha llegado el taxi que he pedido, salgo con mis cosas, pero me llevo una sorpresa no muy agradable.

—¿Ahora qué?

El fastidioso cavernícola de Jason estaba sentado en el capo de su auto con los brazos cruzados, me observaba fijamente con el ceño fruncido. Lo ignoro y camino hasta el taxi, estaba por subirme, cuando siento que me jalan haciendo que tropiece y caiga al suelo.

—Pero, ¿qué...?

—¡Largo!

—Señorita, ¿se encuentra bien?

—Dije largo, ¡Y tú! ¡Sube al auto!

—No iré a ningún lado contigo.

—¡He dicho que subas al auto!

—¡Y yo he dicho que no!

Mi grito fue tan fuerte que hasta yo misma me he sorprendido por la fuerza que le he dado a conocer a este cavernícola. Me levanto muy enojada y lanzo una pata rápida, pero certera en su entrepierna.

Este cae de rodillas en el suelo y es ahí cuando aprovecho para subirme rápido en el taxi antes de que consiga atraparme.

—¡Vámonos! ¡Rápido!

—¡Sí!

El taxista arranca el coche y me quedo mirando si Jason se ha levantado y nos ha perseguido, pero el pobre quedó tendido en el suelo sin poder levantarse.

Verlo así, hace que me sienta feliz y sonría, sin embargo, pude sentir un frío correr por toda mi columna.

No pude dejar de pensar en que lo que acabé de hacer me traería serios problemas.

—Señorita... Señorita...

—¿Sí?

—Le he preguntado a dónde quiere que la lleve.

—Ah... Lo siento.

Dejó salir una risita nerviosa y luego le indico cuál es mi destino. Unos minutos después llegamos.

—Muchas gracias, señor.

—Es un placer. ¿Va a estar bien?

—Sí, no se preocupe. No volveré a ver a ese cavernícola.

—Está bien, no dude en pedir en ayuda.

—No se preocupe.

Ahora me sentía avergonzada, por ello me despido y camino rápido para qué no se siga fijando en mí y se dé cuenta de lo avergonzada que estaba.

—Estoy segura de qué estará pensando en que me maltratan a diario.

Sacudo mi cabeza para dejar a un lado mis pensamientos. Camino hasta la había donde estaba Mía y mi abuela, pero de la nada siento que estoy volando. Grito por la sorpresa de ser llevada como un costal de patatas.

—¿Quién eres? ¡Bájame!

Golpeo la espalda de aquel hombre que me llevaba como un maldito costal, pero mi fuerza parecía no importarle.

—¡Ayuda!

—¡Oiga! Baje a la señorita.

Levanto mi mirada para tratar de ver quién era la persona que estaba hablando, pero no podía verla, me era difícil, puesto a que estaba enseñándole mi trasero en lugar de mi rostro.

No estoy asustada, estoy enojada 1

No estoy asustada, estoy enojada 2

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