Varias personas entraron en mi habitación para cumplir con la orden que el señor White les ha dado. No me sentía con ánimos de ir a aquel banquete, pero debía asistir sin importar lo que yo quisiera. Me casé con Jason precisamente para que él pudiera heredar todo y había llegado el momento. El señor White había puesto esto como una cláusula al momento en que firmé el certificado matrimonial.
Tenía mucho miedo ir a ese banquete y que Mía no esté aquí conmigo. Mi preocupación era demasiado evidente, puesto a que el maquillista me mira detenidamente.
—Señora White, ¿se encuentra bien?
—¿Eh? Sí, no se preocupe.
—¿Quiere que llamemos al señor White?
—No será necesario. Gracias por preocuparse, por favor, continúe.
Intento sonreírle para que no continúe con su interrogatorio. Él entiende perfectamente que no quiero hablar al respecto y respeta mi decisión. Continúa con su trabajo hasta que termina.
—El señor White ha pedido que se traiga todos estos modelos para que usted escogiera. El maquillaje que le hemos puesto combina perfectamente con todos los colores de los que están hechos estos vestidos, así que no se preocupe por eso. Se va a ver espléndida.
—Ah... Gracias.
Me acerco a los vestidos y los miro uno por uno. Había uno de color verde esmeralda, otro color lila, otro en negro y también había dos más, uno blanco y otro rojo, siendo este último el que capta mi atención.
—Ese vestido sin duda le quedará mejor que los demás vestidos. El joven amo de los White fue el que solicitó que adicionáramos este vestido, dijo que este le quedaría mejor que los otros vestidos.
—¿Tú también crees que quede mejor este que los otros?
—Por supuesto. Su cuerpo es envidiable y llamará la atención de todos los presentes, especialmente, el de su esposo. ¿Desea probarlo o prefiere otro?
—Quiero este.
—Le indicaré a mi asistente que le ayude a probárselo o estaré muerto... Lo siento, no fue mi intención ofenderla.
No sabía si era correcto reírme de lo que había dicho y por eso había optado por morderme los labios para aguantar la risa, pero creo que eso hace que él sienta que me he ofendido. Al final terminé riéndome de la situación, lo cual me ayuda a calmar mis preocupaciones.
—Lo lamento, señora White.
—Yo lo siento, no quise asustarte, solo no sabía si era correcto reírme. Lo siento.
Mi explicación lo calma hasta verse muy aliviado.
—Llamaré a mi asistente para que la ayude.
—Gracias.
El estilista sale y en cuestión de un minuto entra una chica de estatura baja y cabello rojizo, el cual, por supuesto no era su tono natural, pero le quedaba fenomenal ese color.
—Hola, señora White, soy Dayana. Permítame ayudarle.
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