Camino con cuidado para no caerme con este vestido. Sujeto con cuidado la tela para no arrugarla y me sostengo con cuidado de la baranda de las escaleras. No quería volver a rodar por pisar mal, ya lo experimenté una vez y no me ha gustado nada.
En la planta de abajo estaban todos, incluido Jason. Se veía muy guapo con su traje, el cual combinaba a la perfección con el rojo de mi vestido. Mía estaba en brazos de mi abuela y llevaba un vestido al estilo de una princesita también en rojo. Se veía tan hermosa en ese vestido y quise llorar al reconocer que no podría darle nada de estos lujos yo sola. Trabajé medio tiempo en diferentes lugares para poder comprar lo básico y, aun así, el dinero no alcanzaba. Tuve que ser muy recursiva con los gastos y trabajar más de lo que debía. Incluso cuando estaba enferma salía a trabajar, tenía que hacerlo porque lo que tenía en mi mente era ser mejor para demostrarles a todos que podía salir adelante y ser una gran mamá, pero lo que más quería era que Mía se sintiera orgullosa de mí a medida que fuera creciendo y ahora, temo perderla. Elimino de mi mente el pensamiento de perderla para que no se haga realidad y pongo una sonrisa en mi rostro para continuar bajando las escaleras.
—Zoe, te ves preciosa.
—Gracias, señor... Abuelo.
—¡Oh! Mi niña te ves preciosa.
—Nuestra Zoe se ve radiante.
Todos habían halagado mi presencia, excepto él. Mi abuela se da cuenta de eso y hace un comentario para que él diga algo sobre cómo me veía.
—Jason, serás la envidia de muchos esta noche. Cuida a mis nietas, por favor.
—Por supuesto. Tendré cuidado, abuela... Te ves muy bien, Zoe.
Jason le sonríe de manera muy tranquila a mi abuela y ella queda feliz al ver que él le asegura de que nos cuidará, pero, sobre todo, que me ha halagado.
Se acerca a mi despacio y me da un corto beso frente a ellos. Supuse que había sido para mi abuela y la señora Clarisa no sospecharán que sucedía algo. Sin embargo, ese beso... Me hace sentir muy triste, porque era como si una estatua me besará. Un beso frío.
—Jason, Zoe, debemos irnos. Todos nos esperan.
Al no ver que mi abuela y la señora Clarisa estaban arregladas ya sabía la respuesta, pero la señora Clarisa se me adelanta.
—Lo siento, Zoe. No podremos acompañarte. Debo ir a trabajar, me han asignado turno nocturno y no puedo faltar.
—Lo entiendo, Clarisa. ¿Abuela?
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