Amor Adictivo de CEO romance Capítulo 419

Sin embargo, Charlotte estaba más allá del punto de preocuparse. Decididamente apartó su rostro de la mirada de Zachary, se dio la vuelta y se fue.

"¿Adónde vas?".

La voz de Zachary sonó desde atrás, profunda, ronca y fragmentada...

Charlotte levantó la cara y forzó sus labios en una sonrisa arrogante, ocultando su decepción profunda. "¿No estás diciendo que el bebé en mi vientre es el hijo de otro hombre? Lo veré, y haré que se haga responsable de nuestro hijo".

"¡Charlotte Simmons!". Zachary aulló trágicamente, como un animal herido.

Se apresuró a detenerla en un segundo. Su gran mano agarró la garganta de Charlotte.

"Ahh...". Charlotte no podía respirar, y su piel clara instantáneamente se puso roja.

¡Se estaba asfixiando! ¡Se estaba asfixiando terriblemente!

Sin embargo, no sentía ningún dolor. En cambio, miró con calma su rostro helado, pero perfectamente encantador. Sus pupilas heladas se abalanzaron sobre ella, llenas de odio y asco. Su mirada hizo que su corazón se marchitara, y se rindió ante él, lo que le permitió estrangularla...

Zachary apretó sus manos.

Sus pupilas heladas se oscurecían con cada momento que pasaba.

En ese mismo momento, solo tenía una cosa en mente. ¡Quería convertir a esta víbora venenosa, a esta p*rra que siempre se había presentado con un exterior dorado, pero que estaba podrida hasta la médula, que se había puesto constantemente una máscara y había montado una obra de teatro para él, en polvo!

Sin embargo, cuando vio el dolor cada vez mayor en su rostro, la sintió temblar cada vez más y vio sus ojos claros y cristalinos oscureciéndose y brillando como una linterna roja… apareció una grieta en su corazón frío y duro. Una ola interminable de dolor y arrepentimiento brotó de esta grieta en un loco frenesí, como un tsunami incontrolable... llevándolo de vuelta a sus sentimientos de amor e indulgencia por ella, a pesar de sus circunstancias...

No pudo hacerlo.

Su fuerte mano derecha tembló, y soltó sus manos de su cuello.

Las palabras le colgaban de la punta de la lengua, pero antes de que pudiera abrir sus labios delgados, sintió un dolor punzante, como si un cuchillo le estuviera apuñalando el pecho. El dolor era demasiado y no podía respirar.