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Las pupilas heladas de Zachary se llenaron de indicios de culpa.
Sí, él le debía demasiado a Lorraine. Por lo tanto, disculparse con ella no sería mucho pedir.
Él abrió los labios. Inesperadamente, escuchó el tono indiferente de Charlotte desde el coche antes de que pudiera hablar. Era como si ella acabara de volver a sus sentidos. “Zachary, no tienes permitido disculparte con Lorraine”.
Jebediah se sorprendió.
Lorraine abrió mucho sus ojos bonitos y límpidos, temporalmente olvidándose de llorar.
Zachary, sin embargo, era como un cachorro obediente, cerrando rápidamente sus labios delgados y seductores.
A Charlotte le preocupaba que el regio Zachary no la escuchara, por lo que ella volvió a explicar: “¿No dijiste que sospechabas de ella porque era sospechosa? ¿Que no tenía nada que ver con sentimientos personales? Al igual que un detective que resuelve un caso, es tu deber interrogar a todos los sospechosos. ¿Por qué debería sentirse ofendida Lorraine? ¿Qué le da derecho a pedirte que te disculpes? ¿No?”.
Zachary volvió a abrir sus labios besables. “Sí”.
La respuesta indiferente fue como un cuchillo en el corazón de Lorraine. Ella le lanzó a Zachary una mirada de incredulidad y no pudo volver a sus sentidos.
'¡Zachary!'.
Todo el mundo sabía que él era la figura más regia y reverente de Rothesay. Él gobernaba la ciudad. Puede que sea amable con las personas que realmente le importan, pero se negaba a ser controlado. Nadie tenía permitido darles órdenes.
Sin embargo, Charlotte tuvo el descaro de darle una orden; no tenía permitido disculparse con ella.
¡Él, por otro lado, la cumplió sin objeciones!
“Bueno… Ya que estás de acuerdo, deja de perder el tiempo con ella. Sube al coche. Vamos a casa”. La voz clara de Charlotte sonó desde el coche.
Zachary gimió en respuesta y ya no miró a Lorraine. Bajó la cabeza y se deslizó dentro del coche.
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