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El rostro de Sigrid se puso como la grana cuando finalmente entendió lo que George quería decir. ¿Por qué le pedía que aprendiera a gemir?
A él le pareció que se veía extremadamente linda y no pudo soportar más verla tan confundida, así que dijo: "¿No entiendes lo que quiero decir? Quiero que aprendas a gemir así".
Mientras decía esto, volvió a pellizcar a la muñeca, y esta dejó escapar un seductor gemido bajo...
Sigrid farfulló: "¿Estás loco? ¡Absolutamente no! ¡Solo en tus sueños!"
George enarcó las cejas mientras la sostenía en sus brazos. Entonces preguntó en voz baja: "¿Cómo esto puede ser un sueño? Mira, ¿por qué no lo intentamos esta noche? Mientras lo hacemos, pondré la muñeca a un lado y podrás aprender algunos trucos de ella".
Sigrid apretó los dientes, más roja todavía. ¿Por qué la mente de George siempre estaba llena de pensamientos eróticos? ¡Incluso alguien tan inocente como ella ya había sido pervertida por él!
"Bueno, ¿qué dices?", preguntó George expectante.
"¡De ninguna manera!" Sigrid lo miraba con fiereza. "¡Hazlo tú solo!"
Él se quedó viéndola en silencio.
Sigrid sintió que ya había tenido suficiente. Mirando el reloj, observó que eran casi las dos. No tenía mucho sentido insistirle a George que se marchara a la oficina, ya que de todos modos tendría que volver pronto a casa. Entonces, frunciendo el ceño, caminó hacia el escritorio y encendió su portátil. Se puso a buscar un sitio web, decidida ver un drama y olvidarse de todo.
Justo en ese momento, la dichosa muñeca comenzó de nuevo con sus perturbadores gemidos...
George la hacía gemir a propósito para interrumpir su drama. ¡Era un malvado!
Sigrid subió el volumen del programa, con la esperanza de acallar los sonidos, sin embargo, George ya había aprendido controlar el volumen. Inesperadamente, la muñeca gimió sonoramente: "¡Cariño!...".
Esta vez, tanto Sigrid como George quedaron estupefactos.
Ella se dio la vuelta asombrada y vio que la expresión de George seguramente debía ser la misma que la suya. Obviamente, ninguno de los dos esperaba que la muñeca fuera capaz de hablar. De hecho, ya estaban bastante impresionados de que pudiera gemir con tanta naturalidad, pero de ahí a que realmente hablara ya era otra cosa.
"Definitivamente, todo ese dinero estuvo bien empleado", dijo George con la cara muy sería. Que esto le sirviera de lección a Sigrid.
"No vas a quedarte con ella. Voy a regalarla".
"¿A quién piensas dársela?", preguntó George alzando las cejas.
¡Él no creía que ella se atrevería a darle un regalo así a cualquiera!
Después de todo, Sigrid no tenía ningún amigo cach*ndo a su alrededor a quien le pudiera gustar.
Y si se la obsequiaba a alguien con quien no fuera cercana, seguramente sería bastante incómodo para ambos.
Al ver que ella se quedaba en silencio, las comisuras de la boca de George se levantaron y dijo: "Soy el único al que puedes dársela".
Ella frunció los labios y volvió la cabeza hacia la pantalla de la computadora. "Entonces dedícate a jugar con ella tú solo. No hay manera de que yo pueda imitar esos gemidos".
Sigrid solo estaba bromeando, pero George deliberadamente siguió pellizcando la muñeca para que los sonidos la incomodaran.
Al principio, Sigrid se sintió avergonzada, luego pasó a sentirse realmente molesta. ¿Todos los hombres eran siempre tan cach*ndos y les gustaba tanto oír gemir a las mujeres? ¿A George realmente le gustaban los gemidos de la muñeca?
Sigrid se sumió en sus pensamientos. Peor aún, ¡sentía que estaba a punto de perder el favor de George!
Bueno, pero pasara lo que pasara, ella no se uniría a la fiesta. ¡Dejaría que George disfrutara de la muñeca toda la noche si quería!
A eso de las nueve, ella ya se había bañado y yacía acostada en la cama con los ojos cerrados. Quería dormirse temprano, para no tener que ver a George divirtiéndose con la muñeca.
Sin embargo, cuando él salió del baño, se acostó a su lado, se inclinó y comenzó a besarla.
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