Al oír el ruido, ella se dio la vuelta tratando de abrochar nuevamente su blusa.
Theodore estaba parado frente a ella, con el torso desnudo y una toalla alrededor del abdomen, mientras el agua goteaba de su cabello deslizándose por su cuerpo.
La impresión hizo que Everleigh se quedara con la boca abierta, olvidándose de que tenía que abotonarse la blusa y sus mejillas se colorearon de rubor hasta quedar tan rojas como una remolacha.
"¿Ya acabaste de mirar?", preguntó con sorna, al tiempo que él también la observaba de pies a cabeza,
Los ojos de Theodore se posaron sobre el torso de la chica y, riéndose, dijo entre dientes, "¡Guau! Es increíble lo que se aprende en el extranjero. Ahora te quitas la ropa al entrar en las habitaciones de los hombres".
Eso trajo a la chica de vuelta a la realidad, quien se tapó inmediatamente el pecho con ambas mano y dio un pequeño grito.
Sin embargo, él no le puso mayor atención y buscó su bata para acabar de vestirse.
Everleigh lucía realmente avergonzada. "No sabía que esta era tu habitación", dijo con timidez.
"Pero supongo que sabes que estás en mi casa, ¿o no?".
Al oírlo, ella exhaló un suspiro y acabó de arreglarse la blusa.
"¿Cuánto tiempo vas a estar ahí parada?", preguntó él.
Everleigh, entonces tomó el atuendo que le había entregado la sirvienta, caminó hacia la salida y se fue apresuradamente de ahí. "Lo siento", dijo antes de cerrar la puerta tras de sí.
Cuando la figura de la chica desapareció, Theodore exhaló lentamente con el pecho agitado, mientras acababa de atarse la bata.
El hombre se sentó en la cama, sacó un cigarrillo y cuando lo estaba encendiendo, escuchó el tono de llamada de un teléfono.
Era el celular de Everleigh que la chica había olvidado en su habitación.
Acto seguido, él tomó el teléfono y leyó la palabra 'Bebé' en el identificador de llamadas. Los ojos de Theodore estaban helados y, aunque dudó un momento antes de contestar, deslizó el dedo sobre la pantalla.
Entonces una suave voz infantil llegó desde el otro lado de la línea. "Mami, ¿a qué hora volverás? ¡Quiero comer magdalenas! Alastair no me deja agarrar ni una sola".
Theodore la escuchó en silencio, mientras sentía que un estremecimiento se colaba por cada uno de los poros de su cuerpo.
De repente, Everleigh abrió la puerta y dijo: "Lo siento, olvidé mi teléfono".
Entonces ella se dio cuenta de que Theodore lo sostenía en la mano, por lo que su expresión cambió inmediatamente. Ella se apresuró hacia él para arrebatarle el celular, al tiempo que colgaba la llamada.
Sin quitarle la mirada de encima y haciendo énfasis en cada una de sus palabras, el hombre preguntó,: "¿Estás casada?".
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