Una de las cosas que Abraham valoraba sobre todo lo demás era la imagen que tenía su familia ante la sociedad. Y sus hijas estaban conscientes de ello.
Desde que ellas eran pequeñas, era evidente la predilección del hombre hacia Everleigh. Y a pesar de que le dolió profundamente tener que separarse de su hija, él cortó de tajo toda relación con ella, para proteger la reputación de su familia. Así pasaron siete largos años durante los cuales él se privó de su compañía.
Selena vio los fríos ojos del hombre que la juzgaban con dureza, mientras sentía que su corazón se hundía de pesar. “Papá, yo no tuve nada que ver con las fotografías. Yo solo…”.
Pero antes de que ella pudiera decir algo más, uno de sus primos se acercó para brindar por su cumpleaños. Entonces Abraham hizo un movimiento de cabeza indicándole que fuera discreta y ella fingió una sonrisa para brindar alegremente con él.
Durante el brindis, Theodore se dio cuenta de que Everleigh ya no estaba junto a él y recorrió el salón con los ojos para ver adónde había ido. De repente, vio que ella salía por la puerta, llevando a los gemelos de la mano.
Sin perder un segundo, él se disculpó rápidamente con Abraham y corrió hacia la puerta para alcanzarla.
El sol en ese momento estaba en su máximo esplendor y brillaba con toda su potencia, causando que la gente se sintiera sofocada.
Everleigh estaba parada en la acera cargando a la niña con un brazo y sosteniendo a Alastair de la mano. Desde que salieron del salón, ella había tratado de parar un taxi, pero todos los que habían pasado iban ocupados.
Después de algunos minutos, un carro negro se estacionó frente a ellos y la ventana de la puerta trasera descendió lentamente para revelar la fría expresión de Theodore. El hombre miraba a Everleigh con los ojos cargados de resentimiento. “Me doy cuenta de que tus habilidades para huir mejoran día con día”.
La expresión en el rostro de la mujer cambió e inmediatamente sintió que su cuello se ponía rígido.
A continuación, él abrió la puerta y ordenó con rostro inexpresivo: “¡Sube al coche!”.
A pesar de que ella quería oponerse, Adrienne brincó al suelo y corrió hacia la puerta del auto gritando. “¡Yupi, papi!”.
Entonces la cara de Everleigh se puso pálida y, al ver la reacción de la pequeña, ella dijo “Ven acá, ¿por qué le dices papi?”.
La niña volteó a verla y parpadeó con inocencia. “Mi hermano lo llama así, por eso pensé que yo tenía que hacer lo mismo. ¿No tenemos el mismo papá Alastair y yo?”.
Esa pregunta hizo que la expresión de su madre se pusiera más tensa que nunca.
Todo estaba pasando de una manera tan repentina, que ella no había tenido tiempo de preguntarle a su hijo por qué creía que Theodore era su papá.
Por lo que Alastair respondió tímidamente: "Nos lo encontramos en la farmacia cuando fuimos a comprar las cosas para bajar tu fiebre".
"¡No! No nos encontramos con él", interrumpió Adrienne con los ojos brillando de emoción. "¡Estoy segura de que él estaba buscándonos!".
Como Everleigh no sabía nada al respecto, Adrienne trató de explicar cómo lo habían conocido, pero empezó a enredarse y la mujer no lograba entender del todo cómo habían sucedido las cosas.
¿Había sido una coincidencia? Ella no estaba segura, por lo que volteó a ver a Theodore inquisitivamente, tratando de que él explicara lo que en realidad había pasado.
Sin embargo, él se volteó hacia la ventana, sin prestarle atención.
Tal reacción hizo que ella apretara los puños con coraje. Luego negó con la cabeza y no le quedó otra opción que verlo con una sonrisa burlona.
¡Qué otra cosa podía esperar de él!

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