Amor profundo escondido de él romance Capítulo 48

48 /718

Después de que le dijo que podía comprarle lo que quisiera, Adrienne llenó todo el carrito con golosinas y ni siquiera habían salido del primer pasillo. Sin dudas, era fácil hacer feliz a un niño. Sus emociones van y vienen; Adrienne pasó de no querer nada a estar llena de emoción.

—¡Alastair, quiero el de sabor uva!

—Aquí tienes uno —contestó su hermano.

—Quiero otro —pidió la niña.

—No debes comer tantas golosinas, ¿por qué no elijes uno del carrito para devolverlo? Así podrás llevarte otro de sabor uva —argumentó el joven.

El carácter de Alastair lo convertía en más estricto con su hermana menor incluso que su propia madre, Everleigh. Él sabía que Adrienne se comería todos los dulces en una sola tarde y luego se quejaría del dolor de panza, por eso no quería permitirle llevar más.

Sin embargo, frente a todos los envoltorios coloridos que estaban dentro del carrito, ella no pudo simplemente elegir uno como pretendía su hermano. En ese instante, abrazó la pierna de Everleigh y suplicó:

—¡Mami!

—Alastair, déjala llevar otro solo por esta vez —dijo Everleigh impotente.

—No, ya tenemos suficiente. Vamos —exclamó Alastair y empujó el carrito, que era solo un poco más chico que él. Caminó hacia el final del pasillo sin mirar atrás.

Cuando su hijo era tan insistente, Everleigh no podía controlarlo. A veces, incluso ella se sentía un poco intimidada por él. En ese instante, al ver el carrito alejándose, Adrienne hizo pucheros con enojo y dijo:

—¡Alastair es muy autoritario! ¡Ya no lo quiero!

—No hables así de tu hermano —la retó Everleigh con delicadeza—. Vamos, Adrienne. Compraremos más cuando hayas terminado de comer lo que llevamos ahora.

—Hmph, no quiero estar más con Alastair —dijo mientras se daba la vuelta y caminaba en dirección opuesta a la de su hermano.

—Adrienne... —Everleigh la siguió rápidamente—. No puedes seguir comportándote así.

En el instante en que la niña llegó a la esquina del pasillo, se congeló repentinamente y sus ojos brillaron de alegría.

—¡Papi! —gritó.

Al instante, el corazón de Everleigh dio un vuelco. Siguió la mirada de Adrienne, levantó la cabeza y vio a Theodore frente a ella. Llevaba un sencillo polo blanco y un par de pantalones negros, pero a pesar de que estaba vestido de manera informal, su aspecto aún era imponente.

—¡Papi! ¡Papi! —continuaba Adrienne mientras se arrojaba a los brazos de Theodore. Él la levantó y su mirada fría se suavizó.

—¿Ya cenaste? —preguntó el hombre, a lo que Adrienne negó con la cabeza

—Mami dijo que quería cocinar, así que nos trajo a Alastair y a mí de compras —explicó ella.

—¿Cocinar? —Theodore levantó la mirada y la dirigió a Everleigh—. Has cambiado mucho después de tener hijos. ¿Desde cuándo cocinas?

De pie frente a Theodore, ella no pudo evitar sentirse nerviosa, especialmente cuando pensó en la advertencia de Madison de esa tarde. Lo menos que quería era tener algo que ver con él. Sin embargo, cuando recordó que Madison podría ser la culpable de lo de hace siete años, se contuvo y logró pronunciar unas palabras.

—Solo un poco —dijo a regañadientes.

—Papá, ¿tú ya has cenado? ¿Te gustaría comer con nosotros? —Adrienne abrazó el cuello de Theodore mientras parpadeaba inocentemente.

Theodore miró a Everleigh como si estuviera esperando que dijera algo. Luego de meditarlo un segundo, y sin mucha vacilación, ella finalmente habló:

—¿Por qué no te unes a nosotros? Una persona más no hará una gran diferencia, es solo un juego de utensilios más para lavar.

Al escucharla, Theodore frunció el ceño ligeramente, con cierta sospecha. Luego, le dirigió una mirada inquisitiva. Hasta ese momento, Everleigh le tenía miedo y lo evitaba. Invitarlo a cenar era una gran discrepancia con respecto a cómo se comportaba con él.

De inmediato, Everleigh vio la duda en los ojos de Theodore y tomó la iniciativa de explicarse:

—El otro día te malentendí. Lo siento, he estado tratando de disculparme contigo, pero no encontré la oportunidad.