Cuando los dos niños al fin se durmieron, Everleigh los arropó y salió de la habitación. Un instante después miró su celular y descubrió que tenía un mensaje de Stainley sin leer que rezaba: «Mañana por la mañana te paso a buscar».
Ella leyó el mensaje y de inmediato se puso dubitativa. Tardó unos minutos en responderle: «Está bien, gracias». Sin embargo, Stainley debía estar esperando su mensaje porque tardó solo un segundo en replicar: «De nada. De todos modos, me queda de camino. Deberías irte a la cama. Buenas noches».
Después de eso, Everleigh finalizó la conversación con un «Buenas noches» y su mente comenzó a divagar. Stainley siempre se preocupaba por ella y aunque trató de convencerse de que su interés era porque se conocían de hace tiempo, o tal vez porque la veía como una amiga, su intuición le decía que en realidad él buscaba más que eso.
Luego de pensar un largo tiempo mirando su celular, finalmente se decidió y le envió un mensaje a Christopher: «La última vez dijiste que tu amigo tenía un auto para vender. Por favor, dame su contacto».
A la mañana siguiente, el cielo estaba oscuro. Era algo frecuente en Ocpeace City, donde los veranos eran siempre épocas de tormentas eléctricas. Pero pese al clima, Everleigh todavía tenía que trabajar; se preparó rápidamente y salió del edificio. De inmediato vio el auto de Stainley.
—No desayunaste, ¿verdad? —preguntó Stainley. Al instante, extendió la mano detrás de él, sacó una bolsa del asiento trasero y se la entregó—. Te traje algo para desayunar.
—Gracias —dijo Everleigh. Agarró la bolsa, miró su interior y vio un sándwich y un café. Esbozó una sonrisa y continuó—: Ya te estoy molestando al pedirte que me lleves al trabajo y ni siquiera pensé en traerte el desayuno. En cambio, tú sí lo hiciste... Lamento mucho el inconveniente.
—No hay nada que lamentar. Tu casa me queda de camino. Y la comida la compré aquí a la vuelta.
Everleigh asintió pensativa, sacó el sándwich y conversó con Stainley mientras comía.
—Por otra parte, estaré en el Hospital Jackson por un tiempo, por lo que también puedo ir a buscarte al trabajo —añadió Stainley.
—Gracias, pero no será necesario. Voy a comprar un auto pronto, así podré ir y venir sin molestar a nadie.
—¿Conducirás? —Stainley estaba atónito. La mirada en sus ojos se congeló, ni siquiera parpadeaba—. ¿Conseguiste un auto?
—Algo así —contestó Everleigh sonriendo, luego añadió como si nada—: Christopher tiene un amigo que vende su auto. Está como nuevo, el kilometraje es muy bajo y el precio está dentro de mi presupuesto, así que he decidido comprárselo a él.
—Ya veo —dijo él; al instante, su expresión se entristeció y el ambiente dentro del auto se volvió un poco extraño. Después de un largo silencio, Stainley dijo—: Everleigh, para ser claro, ir a buscarte al trabajo no es ningún problema, me queda de paso. Por favor, no me malinterpretes.
—No lo hago. —Everleigh lo miró sorprendida—. ¿Por qué piensas eso?
Antes de que Stainley pudiera responder, un pensamiento cruzó por su mente. Ella le sonrió y dijo:
—Stainley, no pensarás que estoy buscando una excusa para evitarte, ¿verdad?
—¿No es así? —El rostro del hombre todavía reflejaba aflicción, pero sus ojos mostraban decisión y tranquilidad.
—¡Claro que no! —negó Everleigh y añadió en tono burlón—: ¿Crees que compraría un auto solo para evitarte? ¿De dónde sacaría el dinero? Stainley, creo que me sobreestimaste.
—Ya que quieres ahorrar dinero, ¿no te conviene más que yo te lleve? —inquirió él.
—También debo llevar a Alastair y Adrienne a la escuela. Las vacaciones de verano están por terminar, cuando comiencen las clases será un gran problema si no tengo mi propio auto —explicó Everleigh.
Por supuesto, evitar a Stainley era una de las razones por las que quería un coche. Sin embargo, ella ya estaba planeando comprarse uno desde hace algún tiempo. Fue solo una coincidencia que la oportunidad llegara ahora; por lo tanto, no todo lo que decía era mentira.
El silencio se apoderó de la cabina del vehículo hasta que se detuvieron en un semáforo en rojo. En ese momento, mientras agarraba el volante, Stainley bajó la cabeza sin decir palabra durante un rato. De repente, habló:
—Everleigh, ¿qué pasaría si te dijera que también puedo llevar a los niños a la escuela? ¿Y si te digo que puedes llamarme siempre que necesites ayuda y estaré allí de inmediato? ¿Qué excusa inventarás entonces?
Everleigh se quedó atónita, estaba en blanco, no sabía qué decir. Al notar que no tenía respuesta, Stainley suspiró y levantó la cabeza lentamente.
—Everleigh, no puedes mentirme. Poco después de que nos conocimos supe que cuando mientes evitas el contacto visual —explicó él apenado.
Ella sostuvo su sándwich sin decir palabra, estaba atónita. El tiempo pareció pasar muy lento, cada segundo que faltaba para que el semáforo cambiara de color duró el doble para Everleigh. Pronto, la luz se puso verde y el auto atravesó la senda peatonal y cruzó la intersección.
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