Al escuchar la palabra "papá", la atención de los espectadores se desvió hacia una figura que se encontraba de pie cerca de allí.
Adrienne, que estaba sentada en un banco, se puso en pie de un salto y se precipitó hacia la figura que estaba de pie detrás de Alastair. Actuando con naturalidad, aquella persona se acurrucó y le dio un abrazo de bienvenida a la pequeña. "Papá ¿qué haces aquí?", preguntó Adrienne.
Theodore estaba a punto de hacerle la misma pregunta a Adrienne, pero cuando este levantó la cabeza y advirtió que ningún adulto la acompañaba, procedió a levantarla. "¿Estás sola con Alastair?", le preguntó.
Theodore se encontraba en la universidad atendiendo una invitación de la facultad de idiomas extranjeros. Cuando él y su asistente pasaron por la callejuela, Theodore acababa de concluir su discurso.
La gente que se hallaba reunida alrededor del puesto de frutas no ponía en tela de juicio el vínculo existente entre Theodore y los niños. Quizá tal convicción se debiese a la actitud melosa de Theodore hacia Adrienne y al hecho de que su apostura se asemejaba mucho a la de Alastair.
La dueña del puesto de frutas no pudo reprimir un suspiro al presenciar la escena. "Ya veo por qué esos niños son tan adorables; se trata de algo que corre por sus venas", declaró.
"Mami me pidió que la esperara aquí con Alastair", dijo Adrienne, al tiempo que Theodore la estrechaba entre sus brazos. La luz del sol bañaba su pequeño y sonrosado rostro, realzando su aspecto adorable.
Al oír estas palabras, Theodore enarcó sus cejas levemente. "¡Everleigh nunca ha debido dejar solos a sus hijos!", exclamó en tono de indignación.
Poco después, Alastair se alejó del puesto de frutas y avanzó hacia Theodore. "Theodore", lo saludó con cortesía.
Theodore asintió con la cabeza y luego preguntó: "¿Cuánto tiempo llevas esperando aquí?"
"Media hora", respondió Alastair.
"¿Media hora, dices?", se sorprendió Theodore, frunciendo el ceño aún más.
"La Dra. Trevino es demasiado imprudente. ¿Cómo pudo dejar a sus hijos aquí durante media hora? Alguien habría podido secuestrarlos", se sorprendió Moses, el asistente de Theodore, que se hallaba al lado de este.
Levantando la muñeca, Theodore consultó su reloj: eran cerca de las 12 en punto. Luego les dijo a los dos niños: "¿Tienen hambre? Los invitaré a almorzar".
"¡Genial! ¡Quiero helado! ¡Con sabor a arándanos!", replicó Adrienne, con ojos brillantes de emoción
"No, no deberíamos ir a almorzar; mami está por llegar y nos dijo que la esperáramos aquí", dijo Alastair, asumiendo el porte de un adulto.
"¡Pero tengo hambre!", protestó Adrienne. "¡Y además hace tanto calor aquí! ¡Hay demasiada gente!".
Alastair no se molestó en explicar que Adriene había engullido un puñado de frutas hacía unos momentos, ni que ya estaba llena, lo cual era fácilmente deducible por el hecho de que ella se frotaba la barriga, y tampoco dio señal alguna de aceptar la invitación a almorzar hecha por Theodore.
"Sr. Godfrey, el director lo está esperando", le recordó Moses a Theodore tras consultar su reloj.
Los días de agosto habían sido largos y calurosos, y el sol ardía de manera inclemente. Theodore aún estaba preocupado por haber dejado a los niños solos en la callejuela. "Iré a buscar al director, así que tú llévalos a almorzar", dijo Theodore, volviéndose hacia su apreciado Moses.
"De acuerdo", aceptó este asintiendo con la cabeza, tras haberse quedado mudo de asombro por unos instantes.
"Llamaré a tu madre y le informaré la dirección del restaurante, así que no te preocupes, ella se reunirá contigo allí", explicó luego Theodore, volviéndose hacia Alastair.
Alastair mostraba mayor madurez que su inocente hermana, Adrienne, y no era un niño al que se pudiera engañar fácilmente; si no hubiera conocido a Theodore, jamás habría aceptado su sugerencia. Aunque Theodore y Everleigh se conocieran bien, él no estaba dispuesto a permitir que aquel hombre mantuviera una relación más profunda con Evelyn.
Alastair se encontraba a punto de rechazar la oferta de Theodore, pero Adrienne ya corría alegremente tras Moses.
Aunque Everleigh siempre había pensado que el tiempo sanaba todas las heridas, en realidad su concepción era errónea. Siete años era demasiado tiempo, lo suficiente para que ella olvidara a alguien y todo aquello vinculado a aquella persona. Sin embargo, para su consternación, ella descubrió que lograba recordar hasta los mas mínimos detalles de los sucesos acontecidos en el lugar en el cual se encontraba ahora. Los recuerdos del pasado se agolpaban en su mente.
Ella incluso conseguía recordar con claridad la primera vez que Theodore había tomado su mano. Era verano y sus manos estaba sudorosas; la sensación que les producía el contacto de sus manos era cálida y a la vez pegajosa.
En ese momento una oleada de sentimientos la inundó, le bastaba con dar un par de pasos más y encontraría a alguien esperándola. Él estaría esperándola...
"Everleigh", la llamó alguien. Cuando Everleigh escuchó súbitamente que alguien la llamaba, su rostro se puso tenso. Miró hacia el lugar donde esperaba ver aparecer a alguien; las palmas de sus manos sudaban de forma incontrolable.
Sin embargo, la figura que se encontraba de pie al final del sendero no era aquella que Everleigh había estaba esperando, lo cual la decepcionó. "¿William? ¿Qué haces aquí?", preguntó Everleigh.
La frente de Wiliam estaba perlada de sudor. Él tuvo que dar un par de pasos para poder alcanzar a Everleigh, y cuando lo logró le dijo con la respiración agitada: "Everleigh, he venido a disculparme contigo. No esperaba que Erica hiciera eso. De verdad, lo siento mucho".
Era obvio que al encontrase frente a Everleigh William se mostraba algo nervioso; era alguien que había tenido enfrentar muchos problemas a lo largo de su vida.
"Todo está bien William, ya los encontré. Están en la callejuela y voy a ir a encontrarme con ellos", le explicó Everleigh, olvidando poco a poco su molestia inicial.
Al oír esto, William soltó un suspiro de alivio y dijo: "¡Qué bien! Te acompañaré. Creo... creo que te debo una comida después de todo lo que ha sucedido", dijo William.
"No, William, no es necesario", respondió Everleigh.
"Everleigh", dijo William, alzando la mano, y le cerró el paso. El sendero era demasiado angosto para permitir el paso de dos personas, de modo que con su brazo extendido William impedía que Everleigh se saliera del sendero.
"William, ¿qué haces aquí?", dijo Everleigh, al tiempo que su rostro se ponía tenso.

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