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Amor profundo escondido de él romance Capítulo 80

La fuerte tormenta se llevó el calor abrasador que había estado aterrorizando a Ocpeace City durante días. Ahora, la lluvia había amainado y un arcoíris se cernió sobre el cielo vespertino de la ciudad.

Everleigh condujo hasta su casa y estacionó su auto junto a la acera de su calle. Cuando bajaron del coche, vieron al asistente de Theodore, que había llegado antes para llevar a Theodore a casa. Ni bien la vio a Everleigh, le asintió a modo de saludo.

—Déjame a mí —dijo Everleigh mientras agarraba a la dormida Adrienne que Theodore aún sostenía—. Lamento haberte molestado hoy.

—Suban —contestó él con expresión indiferente—, el viento se está levantando de nuevo.

Los niños jugaron toda la tarde y el clima había sido muy malo, después de sudar tanto y de correr bajo la lluvia podrían enfermarse con facilidad. Theodore pensaba en eso cuando le dijo que subieran y Everleigh entendió de inmediato. Asintió y dijo:

—Bueno, será mejor que regreses temprano. Hace un rato te mojaste con la lluvia, no olvides tomarte un té caliente cuando llegues, así calentarás el cuerpo por dentro. No tomes muchos medicamentos, te harán mal al estómago. Además, podría agarrarte algún efecto secundario.

Theodore no dijo palabra alguna, simplemente respondió con un «hmm». Por su parte, Everleigh no añadió nada más. Él tenía muchas sirvientas y una prometida que lo cuidarían, no necesitaba de sus consejos. En ese momento, forzó una sonrisa y, agarrando la mano de Alastair, subió a su apartamento.

Poco tiempo después, y luego de asegurarse de que Everleigh hubiera entrado al edificio donde vivía, Theodore subió a su coche y le ordenó a su asistente que lo llevara a casa. Cuando avanzaron unas calles, el chofer comprobó la expresión de Theodore a través del espejo retrovisor y cuidadosamente dijo:

—Sr. Godfrey, Jacob lo llamó.

—¿En serio? ¿Qué pasó?

—Dijo que la Srta. Bailey lo está esperando en la mansión.

Al escuchar eso, las cejas de Theodore se juntaron en una expresión de sorpresa y confusión.

—¿Qué día es hoy? —preguntó.

Llevaba dos años con Josephine; aparte de las ocasiones especiales, ella nunca se presentaba personalmente en la mansión.

—No creo que hoy sea un día especial —contestó el conductor, un tanto nervioso.

Theodore tarareó en respuesta y dejó de hacer preguntas. Un instante después, se recostó en el asiento y cerró los ojos para descansar. Ni siquiera pensó en Josephine, de seguro tenía algo que discutir con él y eso era todo.

En un momento, mientras miraba por el espejo retrovisor, los ojos de Moses se encontraron con los de Theodore y se sintió inexplicablemente nervioso, su instinto le decía que algo malo iba a pasar pronto.

Por supuesto, tenía sus razones. Desde que el Dr. Trevino apareció, su jefe se había convertido en una persona totalmente diferente. ¿Podría verse afectada la boda del Sr. Godfrey y la Srta. Bailey? No estaba nada seguro al respecto.

La noche había caído y el aire se llenó del refrescante aroma de la hierba. En ese instante, Everleigh cerró las ventanas, acomodó a los dos niños en sus camas y cerró la puerta de la habitación.

Una vez se aseguró que estuvieran dormidos, abrió la heladera, sacó una lata de cerveza y se acomodó en el sofá. Ni bien abrió la lata, una espuma blanca salió disparada del orificio, dejando pequeñas gotas de cerveza en la superficie de la fría lata.

Everleigh tomó un sorbo y se estremeció cuando el líquido frío se deslizó por su garganta. Luego se acurrucó y apoyó en las almohadas con los ojos mirando el techo grande y ancho. Pronto, se perdió en un mar de pensamientos.

Su celular había sonado, avisándole que había recibido algunos mensajes de texto. Al principio, no se molestó en responderlos porque pensó que eran de Christopher; en ese momento solo quería terminar su cerveza, lo demás podía esperar.

Para su sorpresa, el remitente resultó ser Stainley y, luego de una leída rápida, sus ojos se abrieron como huevos cuando vio la palabra «William» dentro del contenido de uno de los mensajes.

«William me pidió tu cuenta de messenger. ¿Qué hago?», escribió Stainley. Debajo de ese mensaje, otros más llegaron, probablemente porque no respondió al primero.

«No te preocupes; si no quieres, lo rechazaré por ti».

«¿Has pensado en la oferta del Dr. Morgan para enseñar en la universidad?».

Capítulo 80 1

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