Resumo do capítulo Capítulo 166 do livro Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate! de Internet
Descubra os acontecimentos mais importantes de Capítulo 166 , um capítulo repleto de surpresas no consagrado romance Borracho y Atrevido: ¡Besé a un Magnate!. Com a escrita envolvente de Internet, esta obra-prima do gênero Arrepentimiento continua a emocionar e surpreender a cada página.
Fausto respondió con una sonrisa radiante y dio unas palmadas en el asiento a su lado.—Ven siéntate conmigo.
David lo miró con una profunda frialdad en sus ojos almendrados que parecía capaz de congelarlo como una estatua de hielo.
Viviana sonrió y lo rechazó con amabilidad. —Estoy bien de pie.
—El estar de pie es muy agotador, siéntate.—Fausto volvió a hacerle señas.
—Ok.
Viviana no tuvo más remedio que aceptar el ofrecimiento.
Por supuesto, no se sentó junto a Fausto, sino que eligió un lugar cerca de David.
Fausto cruzó tranquilo las piernas, recostado en la silla, con una actitud tan relajada que transmitía a la vez una sensación de desfachatez y falta de seriedad.
La miraba sonriendo, como si estuviera interesado en ella.—No sé por qué, secretaria Viviana, pero mientras más te miro, más simpática me pareces. ¿Qué te parece si te reconozco como mi hermanita?
Viviana enmudeció.
¿Y si mejor te reconozco como mi abuelita, qué tal?
Pensó para sus adentros, pero también consideró que llevarse bien con él solo podría beneficiarla. Además, siendo amigo del jefe, el rechazarlo sería una descortesía.
—El gerente Fausto me honra demasiado.—Sonrió con cortesía.
—Entonces, ¿por qué sigues llamándome gerente Fausto? Llámame, hermano.
David estaba a punto de intervenir cuando escuchó a Viviana decir: —Hermano.
Ella mordía graciosa sus dientes, con una sonrisa que parecía que estaba a punto de morder a alguien.
David se quedó al instante sin palabras.
Sí que sabes adaptarte.
—¡Bastante bonito sí que suena ¿no es así?! Hermana, prométeme que cuando tenga un cuñado, tienes que traérmelo para conocerlo. Yo le daré un gran regalo.—Fausto reía, encantado, como un niño feliz con su juguete.
Viviana pensó: Este tipo... ¿estará loco?
David, estaba sin palabras.
...
Cuando salieron del club, ya eran las nueve de la noche.
¿Por qué esa frase sonó tan extraña?
—Claro.—Ella le devolvió una sonrisa educada.
David y Viviana subieron juntos al auto.
Desde el club hasta el aeropuerto, y luego hasta abordar el avión, ya era pasada la medianoche.
Viviana sentía que en estos dos días había dormido menos que un gallo y trabajado más que un perro. Tanto física como mentalmente, estaba agotadísima.
Al subir al avión, como no había mucho más que hacer, se sentó en uno de los asientos traseros y cerró por un momento los ojos para descansar un poco.
—Viviana, ¿quiere usted comer algo?
Le preguntó David.
No recibió respuesta alguna por un buen rato, y cuando giró la cabeza para verla, descubrió que ya estaba dormida, recostada en el asiento.
Se levantó silencioso, tomó cuidadoso una manta, se acercó a su lado y se agachó para cubrirla.
Justo cuando iba a incorporarse, su mirada se detuvo justo en sus labios rosados...
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