Castigado por su amor romance Capítulo 1288

“¿Dónde… Dónde debo deshacerme de ella?”, preguntó Kingston detrás de ellos.

“En las alcantarillas”, contestó Sebastian con indiferencia, como si echar a una mujer fuera equivalente a tirar una bolsa de basura apestosa.

“Director Ford…”, gritó Lori desesperada. Ella siempre había escuchado que él era un hombre de sangre fría y despiadado, hoy, finalmente lo estaba experimentando ella misma.

En ese momento, sonó el teléfono de Sebastian. Lo levantó, le echó un vistazo a la pantalla y luego le dijo a Sabrina: “Tu… Tu primo”.

Era una llamada de Marcus.

Cuando Sabrina contestó a la llamada, las palabras salieron disparadas de su boca. “¡Marcus Shaw! ¡Qué clase de cliente ridículo le presentaste a mi esposo, eh! ¡Lo único que no hizo fue desnudarse! Déjame preguntarte, ¿realmente eres mi primo? ¿Lo eres? ¡Si lo eres, por qué tratas de hacerme daño así! ¿Qué? ¿No sabías que ella haría eso? ¿Qué? ¿Es tu prima? ¡Qué broma! ¡Yo soy tu prima! ¡Desde cuándo tienes a una z*rra como ella como prima! ¡Déjame decirte, Marcus, que conozco a esta pequeña z*rra desde hace mucho tiempo! Su hija asiste al mismo jardín de infancia que Aino. Obviamente es una gata callejera, pero insiste en fingir que es una leona fría y orgullosa. ¡Ya todos saben de sus malas acciones, excepto ella misma!”.

Ante las palabras de Sabrina, Lori, sentada en el suelo, se sonrojó un segundo y luego se puso pálida como un fantasma en el segundo siguiente. Ahora, estaba dispuesta a caer en un agujero en el suelo si hubiera uno. Se sentía tan avergonzada.

“¡Bien! ¡Por tu bien, esta vez no arrojaré a esta pequeña z*rra a las alcantarillas!”. Con eso, Sabrina inmediatamente terminó la llamada, y luego le entregó el teléfono a Sebastian. En una fracción de segundo, antes de que él pudiera reaccionar, ella agarró su corbata con fuerza.

Sebastian: “…”.

Todos los demás presentes: “…”.

Incluyendo a Lori: “…”.

“¡Kingston!”, ordenó Sabrina.

“¡Sí! ¡Señora!”.

¡Ja!

Con el nudo corto y grueso que le colgaba del cuello, Sebastian se veía muy gracioso.

“¡Lo ves! ¡Esta corbata será tu destino!”.

Sebastian estaba tan aterrorizado que solo podía obedecer. “Sí, sí, sí, mi querida esposa”.

Todos los presentes: “…”.

“Vamos… ¡Ven a la oficina conmigo!”. Ella tiró del nudo restante y lo arrastró adentro.