Castigado por su amor romance Capítulo 222

El tono de Sebastian era indiferente y frío. “Papá, ¿algo más que quieras decir? Si no, ¡colgaré!”.

“¡Sí, lo hay!”, dijo Sean en tono enojado. “Fueron Lincoln y su actual esposa quienes vinieron a buscarme. ¡Dijeron que la mujer que trajiste es problemática y un demonio! Dijeron que era experta en seducción”.

“¡Sebastian!”.

“No olvides que la Señorita Lynn tuvo una vez un aborto espontáneo”.

“También fue la mujer que estuvo a punto de casarse contigo”.

“Además, Selene es la única nieta del Viejo Amo Shaw, él está extraordinariamente encariñado con su nieta. No puedes guardar misericordia a los otros, ¡le debes respeto al Viejo Amo Shaw!”.

Sebastian no respondió.

Al ver que su hijo no decía nada, Sean continuó diciendo: “Lincoln me dijo que la mujer que trajiste es problemática, y dijo que posiblemente te había seducido, pero conozco muy bien a mi hijo. No se dejaría seducir por nadie”.

“¡Dime ahora! ¿Es como lo que dijo esa gente? ¿Trajiste de vuelta a esa mujer solo para castigarla?”.

Sebastian se burló: “¿Sí es así o no, cuál es el problema?”.

Sean gritó: “¡Sea cierto o no, tienes que ocuparte de esta mujer lo antes posible! ¿No quería ese gerente de la empresa de tu tía deshacerse hoy de esta mujer?”.

“¿Por qué no se lo permitiste?”.

“Tu abuelo está en un estado grave en este momento. ¡No dejes que vea a esta mujer y se enfade de nuevo!”.

Dicho esto, Sean terminó la llamada enfadado.

Normalmente Sean no se atrevía a perder los nervios con su hijo de esta manera. Sin embargo, aprovechó el poder del Viejo Amo para darle una lección a su hijo.

Por su parte, Sebastian se limitó a dejar el teléfono en la mesita de noche, luego bajó la mirada y vio que la mujer en sus brazos había abierto los ojos.

A Sabrina le gustó el olor de su humo, pero aún así no se atrevió a levantar la vista.

No fue hasta que el hombre terminó el cigarro, que se sentó de repente y la sostuvo con los brazos.

“Si tienes algo que decir, dilo ahora”, dijo Sebastian.

Sabrina no dijo nada.

“¡Habla!”.

Sabrina no tenía otro lugar en donde poner las manos que en el pecho de él. “Tu fuiste el comienzo de mi castigo, ¿no es así? Justo ahora, cuando acabamos de salir del hospital, ese viejo calvo con la gran barriga, será el próximo hombre al que tenga que servir, ¿verdad?”.

Dicho esto, Sabrina se atragantó de repente. “Yo… solo quería preguntarte, yo… ¿a cuántos hombres como éste quieres que sirva antes de que estés dispuesto a dejarme ir… para salvar la vida de mi hija?”.

El hombre frunció el ceño y miró a Sabrina con una mirada penetrante, luego preguntó mientras articulaba cada palabra: “¿Qué has dicho?”.