Castigado por su amor romance Capítulo 252

Innumerables miembros de la alta administración fueron a buscar a Sebastian durante el resto del día, ya fuera para hablar de contratos o de los proyectos en los que estaban trabajando.

Sin embargo, al ver el cartel de la puerta, todos se acordaron de la pequeña niña que el director había llevado a la oficina ese día.

Todos eran individuos inteligentes que sabían instintivamente que la madre no debía estar muy lejos si la niña estaba allí.

Sabrina recuperó finalmente sus sentidos cuando Sebastian la llevó para que se sentara junto a las ventanas de la habitación interior. Estaban en el piso 66 del edificio, y sin nada que cubriera las ventanas, ella podía ver todo desde lejos, y también los demás si decidían mirar hacia acá.

Por un momento, Sabrina sintió como si se hubiera estado mintiendo a sí misma durante toda su vida y la mujer del presente fuera quien realmente era.

No pudo evitar sentirse avergonzada por su verdadero ser, tanto que no podía afrontar la realidad de que su verdadero ser fuera descubierto de alguna manera por un hombre como Sebastian.

La refrescante brisa había despejado su mente, y por fin era capaz de comprender la situación por completo.

Se apresuró a retirar los brazos que antes rodeaban el cuello del hombre y se echó hacia atrás en cuanto se soltó. El hombre extendió inmediatamente sus manos para agarrarla por la cintura y la cabeza.

“¡¿Intentas matarte?!”, gritó.

“¡Déjame ir! ¡Por favor, déjame ir! ¡Es mejor que me muera! ¡También podría saltar desde aquí y caer hasta quedar pedazos!”. En ese mismo momento, Sabrina no podía pensar en otra cosa que en escapar.

No solo le preocupaba que Aino volviera a encontrarla en este estado tan embarazoso, sino que estaba demasiado avergonzada para salir de esta habitación y enfrentarse a alguien.

Se presentó en el Grupo Ford y entró a la oficina de Sebastian con la única intención de buscar a su hija. ¿Cómo pudo terminar así? ¡Sabrina podía morir de vergüenza!

Hizo lo posible por zafarse de los brazos del hombre en un intento de saborear lo que le quedaba de dignidad, pero en lugar de eso cayó miserablemente al suelo sin siquiera dar un paso. Había perdido toda la fuerza y apenas podía moverse.

Sin embargo, Sabrina sabía que no podía hacer nada al respecto. Cuando Aino regresó con Kingston de su viaje de degustación de carne, Sabrina no pudo salir a disfrutar de los camarones asados y las tostadas que su hija había traído para ella.

Kingston sabía que no debía poner un pie en la oficina de Sebastian. En su lugar, dejó a Aino en la entrada de la oficina y le dijo: "Princesita, esta oficina de aquí es una zona privada solo para ti y tus padres, así que el tío Kingston no entrará. Llamaré a la puerta y entonces podrás entrar tú sola para entregarle la comida a tu mami. ¿Qué te parece?”.

“Yo también lo creo. Tío Kingston no debería interrumpir nuestro tiempo en familia”, respondió Aino con la barbilla en alto.

“...”. Kingston no respondió mientras pensaba para sus adentros: ‘Bueno, para ser precisos, ¡nadie puede interrumpir a esos dos de pasar tiempo juntos! ¡Tú eres una excepción que no tendrá que enfrentar consecuencias severas, porque eres su princesita!’.

Kingston le sonrió a Aino antes de tocar tres veces la puerta.

“¿Qué?”. Como era de esperar, la voz en el interior de la oficina sonaba impaciente.