Castigado por su amor romance Capítulo 351

Al mismo tiempo, Sabrina quería regocijarse.

¡Sebastian por fin ha encontrado a alguien como él!

“¡Muy bien!”, dijo Sebastian de repente.

Aino preguntó alegremente por anticipado: “¿Estás dispuesto a ayudarme...?”.

“¡No!”. Para su sorpresa, Sebastian la interrumpió a mitad de la frase.

Cuando escuchó eso, Aino se quedó sin palabras.

“Puedes llamarme como quieras, pero no te ayudaré a armar el juguete de todos modos”. El tono de Sebastian sonaba tranquilo, pero firme al mismo tiempo.

Esto pareció frustrar a Aino. Hizo un puchero y dijo enfadada: “¡Ya no quiero construir el juguete! ¡No quiero jugar con él! ¡Eso lo resuelve todo! ¡Bah!”.

Los niños de entre cuatro y cinco años tienden a perder la concentración con facilidad. No entendían el concepto de perseverancia.

Después de todo, Aino era todavía muy pequeña. Estaba acostumbrada a rendirse constantemente, incluso cuando estaba en el Condado de Ciarrai.

Sin embargo, Aino siempre pedía ayuda a su Tío Zayn. Él satisfacía las peticiones y demandas de Aino, sin importar lo pequeñas que fueran. “Está bien... Aino es todavía muy pequeña. Si hay algo que no pueda hacer, el Tío lo hará por ti. Después de todo, Aino es nuestra princesa”, había dicho a menudo.

Aunque Zayn le daba a Aino todo su amor, nunca había sido estricto con ella. Naturalmente, Aino supuso que Sebastian también cedería ante ella cuando le pidiera ayuda.

“Sé que es difícil, pero puedo darte pistas en cada paso”, respondió Sebastian. “Sin embargo, tienes que completar esto por tu cuenta. Si no, no te dejaré dormir”.

Como sus palabras fueron muy severas, Aino no se atrevió a replicar. En su lugar, sollozó y empezó a asentir. “De acuerdo, está bien”.

Entonces, empezó a trabajar en la construcción del juguete obedientemente. Como se quedó sin opciones, Aino se lo tomó en serio. Se sentía muy orgullosa de sí misma cada vez que lograba completar una pieza. Con la guía de su padre, el Vagabundo Apestoso, consiguió terminar de construir el robot en menos de diez minutos.

Aino estaba tan emocionada que sostuvo el juguete en sus brazos y empezó a correr en círculos y a saltar. En su entusiasmo, olvidó de repente cómo había llamado a su padre anteriormente. “¡Papi, papi, mira! He construido este robot yo sola. Ahora sé cómo construir un robot, ¡wuju!”.

Sabrina estaba asombrada.

Así era como un padre enseñaba a su hijo. Era completamente diferente a la educación de una madre.