Castigado por su amor romance Capítulo 64

“¿Por qué me estás ayudando?”, preguntó Sabrina.

“¿Ayudándote? ¡Ja, ja!”. Mindy se rió con desprecio y dijo: “¿Por qué te ayudaría? Seré muy honesta contigo, eres más guapa que la mayoría de las chicas alrededor y simplemente apestas como el tipo de z*rra barata que atrae naturalmente a los hombres. El Amo Sebastian te besó en público y mi primo tomó la iniciativa de hablar contigo. ¡Ambos son prueba de que eres una mujer que tiene la capacidad de seducir a los hombres de la comunidad de élite! Te pedí que hicieras el trabajo, para que mi primo, el Amo Sebastian y los demás puedan verte por lo que eres. Una vulgar y repugnante campesina”.

Sabrina miró a Mindy y finalmente se dio cuenta de lo que la mujer tenía en mente, ella quería que Sabrina hiciera el ridículo en la fiesta. Pero para ella, ¿qué había que temer si podía ganar dinero con ello?

“¡Está bien! ¡Lo haré!”, respondió Sabrina con decisión.

“¡Está decidido entonces!”. Sonrió Mindy.

Sabrina no le devolvió la sonrisa y se dio vuelta para irse sin volver a mirarla.

“¡Espera!”, gritó Mindy desde atrás.

Sabrina se dio la vuelta para mirarla, perpleja.

“¿Cuándo tendrás tiempo para probarte los atuendos?”, preguntó Mindy alegremente.

“En cualquier momento después del trabajo”, respondió Sabrina sin dudarlo mientras pensaba para sus adentros. ‘Es solo hacer el ridículo. ¿A qué le tiene que temer una mujer que ya ha estado en prisión como yo?’.

Mindy le proporcionó inmediatamente una dirección y le dijo: “Ve a esta dirección una vez que hayas terminado de trabajar”.

Sabrina echó un breve vistazo y reconoció que era la dirección de la tienda de disfraces al otro lado del famoso teatro de la Ciudad del Sur, ella no hizo ningún comentario y se guardó el papel en el bolsillo, antes de irse con el té con leche en las manos.

Luego esa tarde, llamó a Grace y le informó: “Madre, trabajaré horas extras esta noche, así que no podré ir al hospital para hacerte compañía. Recuerda comer y dormir bien”.

El disfraz era tan convincente que incluso los peatones en la calle pensarían inmediatamente que ella era una mujer de clase baja que sobresalía en el negocio del placer.

Mindy asintió contenta y le hizo un gesto a Sabrina para que regresara a la tienda para el próximo atuendo, pero antes de que Sabrina pudiera entrar, fue detenida por un anciano que acababa de salir de su coche gritando: “¡Quédate donde estás!”.

Sabrina se dio vuelta para mirar al anciano y al instante se sintió abrumada por la sensación familiar de que lo conocía, cuando, en realidad, podía estar segura que nunca antes había visto al hombre.

“¿Puedo ayudarte?”, preguntó Sabrina con tranquilidad.

“¿Eres la mujer que no deja en paz a mi nieto?”. El anciano la miró directamente a los ojos con absoluta autoridad.

Sabrina frunció el ceño. “¿Quién eres tú?”.