Castigado por su amor romance Capítulo 685

"Si vuelves a mencionar su nombre delante de mí, le romperé las piernas y lo arrojaré a un río caudaloso", dijo Sebastian sin expresión alguna en su rostro.

Tanto Sabrina como Kingston se quedaron congelados al escucharlo.

Kingston miró hacia atrás con impotencia y pensó para sí mismo: "Señora Ford, usted... ¿cómo pudo...? Ha estado con el Amo Sebastian ya por un tiempo, sabe que es un hombre intenso, pero ¿cómo se le olvida el hecho de que también se pone celoso con mucha facilidad?".

Sabrina miró incrédula al hombre que tenía al lado. No podía comprender la ternura que mostraba hacia ella, especialmente cuando le puso los tacones para que todos los vieran. Se sentía como si caminara sobre las nubes, preguntándose cómo era posible que un hombre fuera tan amable y cariñoso. Pero en ese momento, era casi como si estuviera poseído por otro espíritu. No. ¡Este era su verdadero yo! El hombre que le ponía los zapatos con cariño, que caminaba con el brazo alrededor de su cintura y la defendía, no era él.

Frustrada, Sabrina le dio la espalda y se enfadó. Una vez que llegaron a casa, se apresuró a bajar, pero le costó cargar con Aino. Al final, Sebastian tuvo que ser quien llevara a Aino, con ella siguiéndoles de cerca.

Tanto la Tía Lewis como la Tía Tianna ya estaban esperando en la puerta.

"Señora Ford, ¿la pasó bien hoy en la antigua residencia Ford?", preguntó amablemente la Tía Lewis.

Sabrina asintió con una ligera sonrisa. "Sí".

Sí que se lo ha pasado bien hoy, pero también estaba irritada por su esposo. Le entregó su bolso y se quitó los tacones, antes de irse al baño. Había estado agotada por llevar tacones todo el día, así que su cuerpo necesitaba desesperadamente una ducha y una rica cena después.

Aino se despertó justo a tiempo para la cena, y había recuperado completamente su energía después de la siesta. Les describió alegremente todo lo sucedido en la antigua residencia de los Ford a la Tía Lewis y a la Tía Tianna.

Sebastian presionó su nariz contra su cuello y tocó ligeramente la sedosa piel blanca debajo de su oreja, y con su voz seductoramente ronca dijo: "¿Quién fue la que me dijo que me iba a mimar hoy? ¿No vas a cumplir con tus palabras?".

Sabrina seguía agitada por su conversación anterior. ¡Este hombre era como un camaleón! Era el hombre más amable del mundo y un minuto después se convertía en un demonio sin piedad.

"¡Y si no quiero!", dijo ella, pero al mismo tiempo, su corazón latía con fuerza ante la cercanía entre ambos.

"¿No sabes las consecuencias de romper tu promesa? ¡Puedo castigarte como quiera!".

La tomó sin darle la oportunidad de correr y la llevó a su habitación, una vez dentro cerró la puerta de una patada.