Cielo y Barro romance Capítulo 86

Antonio tenía una expresión fría.

Después de escuchar esas palabras, las pupilas de Noelia se contrajeron y ella levantó la mirada para observarlo fijamente, sin hablar por un largo tiempo.

Ella pensó que ya no sería afectada por las palabras de Antonio, pero en ese momento, sentía inexplicablemente ganas de llorar.

Bajó la cabeza y sus manos colgando a los lados se cerraron inconscientemente en puños, sus uñas pinchando la carne de sus palmas hasta doler.

No estaba claro si estaba defendiendo la justicia por Valentina o si a través de ella veía su propio pasado estúpido.

Después de mucho tiempo.

Noelia esbozó una sonrisa irónica, de repente sintió una epifanía, como si hubiera sido despertada: los diez años que había perdido, para Antonio, eran solo la estupidez de alguien llevándose a sí mismo a un sentimiento conmovedor que apenas valía la pena.

Solo había una frase que decir: bien merecido.

Era, en efecto, bien merecido.

¿Quién seguiría acercándose a alguien sin dignidad?

Antonio era una persona sin corazón.

Los ojos de Noelia se enrojecieron, y ella inhaló por la nariz, diciendo suavemente: —Tienes razón.

Antonio la miró directamente, estaba enojado, casi no podía contener el fuego que saltaba de sus ojos.

—¿Realmente tienes que malinterpretar todo? —Sus labios temblaron ligeramente, y luego añadió bruscamente—: No lo olvides, ya terminamos.

Koldo había estado observando desde un costado, sintiendo que la atmósfera era muy extraña; miró a ambos lados a estas dos personas, viendo a todos con caras serias y en silencio, aclaró su garganta, intentando romper el momento incómodo.

Dio un paso adelante y frotó sus palmas: —Ehm...

Noelia sonrió levemente, calmadamente resignada. —No, no es una malinterpretación, realmente sobreestimamos nuestras capacidades.

Al escuchar la palabra "nosotros", la expresión de Antonio se oscureció instantáneamente.

Él barría con la mirada impacientemente, y Noelia, con una mirada profunda, le devolvió la vista. En ese momento en que sus miradas se encontraron, Noelia esbozó irónicamente una sonrisa.

—Señor Antonio, esté tranquilo —Ahora, incluso cambió la forma de dirigirse a él, marcando distancia con un asentimiento.— Soy más consciente que nadie de que ya no hay nada entre nosotros, así que, por favor, sea amable cuando hable con otros.

Después de eso, se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.

—Señorita Noelia, eso que dijiste no está bien, ¿cómo puedes decir "nosotros"? Ya no hay nada entre nosotros —dijo Koldo con un siseo, movido por el impulso de seguirla.— Señorita Noelia, espere, escúcheme primero...