—¿En serio fue tan grave? —Eloísa se veía apenada y le ofreció disculpas—. Perdón, perdón, fue totalmente mi culpa.
—Estoy en el 1208, me equivoqué de número. Cuando me di cuenta, ya no te pude contactar.
—¿Esos dos no te hicieron pasar un mal rato, verdad? —preguntó preocupada.
Camila recordó lo que acababa de decirle a Valentina y no pudo evitar sentirse satisfecha. Por fin, después de cinco años, cinco largos años de aguantar para mantenerse al lado de Leandro, había logrado desahogarse un poco.
Durante todo ese tiempo, aunque sabía que la otra era la amante de Leandro y a pesar de las constantes provocaciones de Valentina, ella siempre había optado por aguantar en silencio.
Pero lo que acababa de hacer, esa respuesta directa, era la primera vez que se atrevía.
—Tranquila, estoy bien —Camila se dio un golpecito en el pecho y se mostró orgullosa—. Ahora soy más fuerte de lo que imaginas.
Sin perder tiempo, sacó de su bolsa los documentos y se los entregó a Eloísa.
—Aquí tienes lo que me pediste.
Eloísa llevaba rato esperando ese material. Tenía que volver a ver a un cliente cuanto antes, pero al mismo tiempo le preocupaba dejar sola a Camila en ese lugar.
—¿No quieres entrar conmigo un momento?
—No, gracias. Tomé un poco y prefiero irme a casa a descansar —rechazó Camila con una sonrisa.
—¿Trajiste carro? —le preguntó Eloísa.
—Sí —asintió Camila.
—Entonces déjame buscarte un chofer —Eloísa sacó el celular y empezó a buscar en la app.
—No te preocupes, yo lo pido por mi cuenta —volvió a rechazar Camila.
Eloísa echó un vistazo al reloj, claramente apurada—. Bueno, pero en cuanto llegues a tu casa, mándame un mensaje.
—Hecho.
...
Camila vio a su amiga alejarse, luego sacó el celular y empezó a buscar un chofer mientras caminaba. Aunque afuera del Club Nocturno Quimera había varios choferes esperando, prefería hacerlo por la app para sentirse más segura.
Iba tan concentrada en la pantalla que no se fijó por dónde caminaba y terminó chocando con alguien.
—Perdón —se apresuró a disculparse.
El hombre la reconoció al instante.
—Señorita Guevara.
La voz le sonó conocida. Camila levantó la vista y, al mirar bien, identificó al hombre: era Martín Ferrer, el hermano mayor de Darío.
Se conocían por cuestiones de trabajo, así que ya tenían cierto trato.
Martín llevaba unos lentes de montura dorada y una cadena que caía a los lados de sus orejas. Cuando sonreía, se notaba amable y elegante.

VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Cinco años sin amor: El día que decidí ser yo misma