Guuuaooo- pensó- es mejor que verlo en fotos, es más atractivo aún si se puede.
El hombre terminó de llegar hasta ellos y frunció el ceño.
-Veo que su Majestad, te ha enviado para cerciorarse de que abandoné de sus tierras.
-Para abandonar sus tierras, tendrías que estar fuera de Norusakistan- respondió aquel hombre con una increíble voz sensual- si eso sucede, créeme que seríamos enormemente felices.
-Es lo que más desean, pero no lo tendrán- sentenció- me encargaré de expulsarlos cuando sea el Jeque.
-Te lo advierto Esquizbel, no me provoques, no soy tan tolerante como mi hermano.
-Que malas palabras en boca de un Príncipe- le dijo irónicamente.
-Bien- interrumpió Isabella- pueden seguir con su lucha de machos alfas, yo seguiré mi camino.
-Puedo llevarla a dónde usted lo desee- dijo Esquizbel.
-No- respondieron Isabella y Zahir al mismo tiempo. Luego se miraron fijamente a los ojos.
-Yo me encargaré de llevar a la señorita.
-Con la mala fama que tienes, no sería lo adecuado- respondió con sorna- No sería bueno para esta dama que la vean sobre tu caballo.
-Soy el Príncipe- dijo retándolo- y tú no me dirás que hacer- se giró hacia Isabella- no es bueno que esté bajo el sol señorita, pronto comenzará a refrescar y necesitará un refugio.
-Llevo conmigo una tienda- se cruzó de brazos, Esquizbel rió y Zahir lo miró con ira.
-No sería adecuado para una dama estar sola en el desierto, si no lo sabe hay animales nocturnos a los que les gusta acechar, y por si fuese poco, hay bárbaros y rebeldes- miró a su primo con desprecio- permítame ofrecerle alojamiento en el Palacio.
-O en sus excelentísimos aposentos- intervino Esquizbel riendo, Isabella se ruborizó sin poder evitarlo.
-Haz silencio- le reprendió- señorita, si mañana decide seguir su camino, no se lo reprocharé y le aseguro que enviaré a algunos hombres y una doncella para que le acompañen a dónde usted lo desee, por ahora permítame ayudarle.
-No necesito su ayuda- dijo orgullosa, aunque la idea de estar en Palacio la excitaba, eso significaría conocer a la familia.
-Es posible, pero mi hermano me mataría si sabe que he dejado a una dama en el desierto a merced de las alimañas- miró a su primo.
Isabella examinó rápidamente sus posibilidades. Dormir en el desierto expuesta, o en una cómoda cama, es más estando en el Palacio podría fotografiarlo, muchos habían fotografiado su exterior y algunas salas, pero la mayoría era desconocida para el público. Serían fotos exclusivas.
Era una oportunidad única.
-Bien- respondió accediendo- iré con el Príncipe, gracias por su hospitalidad, Alteza.
La cara de Esquizbel se tornó carmesí y la indignación parecía bullir por cada uno de sus poros.
-Le di una salida honorable- le dijo- pero no la culpo, el Príncipe tiene fama de ser irresistible.
-No diga tonterías, estoy en Norusakistan y sería una descortesía rechazar una invitación por parte de la familia Real.
Zahir le sonrió, le extendió una mano para que subiera al caballo junto a él, ella aceptó la mano y con agilidad subió, afortunadamente sabía montar desde muy pequeña.
Al subir al caballo se sujetó con fuerza al cuerpo del Príncipe, quién tomó con fuerza las riendas de su caballo.
-Hasta luego Esquizbel, buen viaje- sonrió burlón y azotó las riendas del caballo para emprender la marcha.
Anduvieron el silencio largo rato, Isabella se sentía muy nerviosa, estaría en el Palacio del Jeque, al venir a Norusakistan nunca imaginó tener tanta suerte y terminar recibiendo una invitación, nada más del Príncipe de aquel pequeño país. Era tan atractivo como decían, sus profundos ojos te robaban el aliento su piel dorada por el sol, tenía una altura impresionante y por lo que podía apreciar con el roce, un cuerpo formidable.
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