Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 107

—Es solo una cena casual, no necesito estar presente, ya fue alguien.

Martín era el diseñador jefe en la Oficina de Diseño Arquitectónico Ciudad Oceánica, pero también formaba parte de la familia Herrera, lo que hacía que su identidad fuera algo sensible.

Cualquier cena que requiriera su presencia debía ser cuidadosamente considerada.

Si alguien más tenía segundas intenciones, queriendo relacionarse con su padre, diciendo cosas que no debían decirse, haciendo cosas que no debían hacerse, podría traer problemas.

Angélica pensó inconscientemente que Sonia se decepcionaría esa noche.

Dijo "oh" antes de sentir que algo no estaba bien.

—¿Por qué tienes que venir a cenar a mi casa? ¿No puedes cocinar tú mismo?

Él sabía arreglar incluso los cables, ella no creía que no pudiera cocinar.

—Estoy cansado.

Martín respondió con indiferencia.

Angélica no quiso ceder: —También he estado viendo documentos todo el día, también estoy cansada.

—Revisar planos, aprobar planos, dibujar, firmar, reuniones, visitar obras, ese fue mi día de trabajo.

—¿Estás compitiendo conmigo, diseñador jefe Martín?

Martín la miró desde abajo, sin decir palabra.

Bueno, ella admitía que él estaba más cansado.

—¿Qué te gustaría comer? —preguntó Angélica al salir del ascensor.

Martín se dirigió hacia su puerta: —No como cilantro ni cordero, casi no como mariscos, tampoco me gustan los vegetales como rábanos y repollos. Poca sal, mejor sin otros condimentos. Eso es todo por ahora, improvisa.

Angélica, después de escucharlo, dijo con resignación: —Eso es bastante exigente, ¿aún puedo improvisar?

Él era más quisquilloso que Daniel.

—¿Es difícil para ti? —Martín la miró de reojo.

—No es difícil.

Angélica arqueó una ceja y luego se giró hacia su habitación.

Abrió el refrigerador, sacó un trozo de carne fresca, tomates y papas, además de pepino, col y maíz.

Preparó un estofado de carne con tomate y patatas, una ensalada de verduras y una sopa de maíz. La cena podía ser simple.

Pronto la comida estuvo lista.

Los platos fueron colocados en la mesa.

Ella regresó a la cocina por los utensilios.

Temerosa de no escuchar a Martín si tocaba la puerta mientras estaba en la cocina, dejó la puerta abierta.

Escuchó a alguien entrar. De espaldas, Angélica dijo: —Elegiste bien el momento, justo cuando terminé. Tú te encargarás de lavar los platos.

—La comida tiene buen aspecto, pero parece que no es de tu agrado. ¿Te quedarás a cenar?

Habló con el tono de un anfitrión, haciendo que Angélica se tensionara.

Daniel ya sospechaba, ¿cómo es que él alimentaba sus dudas?

—Martín está equivocado, Angélica siempre conoce mis gustos, todo esto es lo que me gusta.

Dicho esto, Daniel se sentó directamente, reprochando a Angélica: —Invitar a Martín a cenar, ¿cómo puedes no hacer lo que a Martín le gusta?

—Recientemente cambié mis preferencias, casualmente me gustan todos estos platos.

Martín, sereno, se sentó frente a Daniel.

Angélica los miraba. Esto no parecía una cena, más bien una confrontación.

Realmente no quería seguir viendo esa escena. Miró a Daniel y habló con voz fría: —Estos platos no fueron preparados para ti, ni sabía que vendrías. Si tienes algo que decir, dilo; si no, mejor vete.

Frente a Martín, Angélica no le dio ni un ápice de respeto a Daniel.

Él inmediatamente se puso serio. —Angélica, no olvides quién eres.

—Sé quién soy, pero aún no estamos casados. Tengo mi propia vida, no tienes derecho a interferir.

Angélica lo miró directamente.

El celular de Daniel, que estaba sobre la mesa, sonó. Era Brisa quien llamaba.