Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 127

—Ya habíamos acordado que no dormiríamos juntos, ¿quieres retractarte?

Angélica le recordó su promesa diurna.

Daniel sonrió, con un rictus de burla en los labios. —Sabes que no soy un caballero, puedo romper promesas, no necesito cumplirlas.

Así que, durante el día, simplemente la había engañado.

¡Qué descaro!

Angélica dejó caer la manta y se dirigió a la puerta.

Daniel la agarró de la muñeca. —¿A dónde vas? ¿A buscar a Martín? ¿Quieres dormir con él?

Angélica lo abofeteó de inmediato.

El golpe fue bloqueado por Daniel, quien también atrapó esa muñeca.

Con un tirón, la arrastró hacia su pecho, sus brazos la sujetaron con firmeza, y su lucha resultó inútil.

—Dame otra oportunidad, ¿podemos empezar de nuevo? —Daniel suavizó su tono, casi suplicante.

—Ya no podemos estar juntos, Daniel, ¡déjame ir!

Angélica lo miró con ira, golpeándolo sin cesar con las manos.

Al ver su feroz resistencia, Daniel también se enfureció, le sujetó la nuca y la besó.

Angélica apretó los labios con fuerza.

Daniel levantó la mano para pellizcarle la barbilla, tratando de abrir sus labios.

De repente, sintió un dolor punzante en la mano y, por reflejo, aflojó el agarre.

Al mirar hacia abajo, vio una fila de profundas marcas de dientes; ella incluso había roto su piel, y un poco de sangre brotaba.

Angélica aprovechó la oportunidad para retroceder hacia la puerta, limpiándose la cara con la manga donde él la había tocado.

Asco. Repulsión.

Al ver esto, Daniel se sintió herido y, al mismo tiempo, furioso.

—¿Por qué no me dejas tocarte? ¿Es porque Martín ya había tenido relaciones sexuales contigo? ¿Es por él que no quieres reconciliarte conmigo?

Angélica lo miró fríamente. —¿Y tu reciente encuentro secreto con Brisa también es por culpa de Martín?

Daniel se quedó paralizado por un momento. —¿Qué dijiste?

Angélica sonrió con frialdad. —Mírate en el espejo.

Dicho esto, salió rápidamente por la puerta.

Daniel frunció el ceño, se giró hacia el espejo y vio una marca de lápiz labial en el cuello de su camisa.

Su expresión se tornó sombría de inmediato.

Angélica encontró una habitación de huéspedes vacía, entró y cerró la puerta con llave.

Se tomó un momento para calmarse antes de comenzar a trabajar en su plan y dibujar.

Daniel empezó a mostrar descontento, pero don Octavio lo interrumpió: —Si Angélica tiene una colaboración con Martín, no insistas más. Somos una familia, no hay que ser tan formales.

Angélica, en realidad, quería ir sola.

Si Daniel era una presencia peligrosa, Martín también lo era.

—Sube, si nos demoramos más, llegaremos tarde.

Martín no le dio oportunidad de rechazar, ya estaba saliendo.

Con una mirada sombría a su lado, Angélica dejó de vacilar y se apresuró a seguirlo.

El conductor abrió la puerta trasera del auto y ambos se sentaron.

Durante el trayecto, Martín estuvo ocupado con su computadora y llamadas, sin prestarle atención.

A media cuadra de distancia, el conductor detuvo el auto. —Señorita Angélica, hemos llegado.

Bajarse aquí era perfecto para evitar ser vista por alguien de la empresa.

Martín seguía al teléfono. Angélica no interrumpió, simplemente abrió la puerta y se bajó.

Cuando Teresa se enteró de que Angélica iría con Sonia a una reunión en la Oficina de Diseño Arquitectónico Ciudad Oceánica, la envidia no tardó en aparecer.

Fue al baño y luego dejó la empresa con Sonia.

En la gran sala de conferencias, ya había sentadas más de una docena de personas. Cuando todos estuvieron acomodados, Martín entró.