Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 204

Angélica con una expresión de dolor, agachaba la cabeza.

Las lágrimas caían una tras otra.

Rebosantes de desesperanza e impotencia.

Daniel la observaba con la mirada fría, sin un atisbo de compasión en sus ojos:

—¿Dolor? ridícula, es lo que te mereces.

Se dio la vuelta y salió, dándole una última orden a sus lacayos: —No le den ni comida ni bebida.

La puerta del contenedor se cerró, sumiendo todo en la oscuridad nuevamente.

Angélica se movió , haciendo que las cadenas de hierro que le rodeaban el cuello y las muñecas emitieran un sonido metálico.

Se sentía como un animal atado.

Un tenue resplandor apareció cerca de sus pies; miró hacia abajo y vio el celular.

Se puso de espaldas y acomodó en el suelo, aferrándose a una mínima esperanza.

Lamentablemente, la pantalla mostraba que no había tarjeta SIM.

Claro, de lo contrario, ¿quién daría un celular funcional en este caso?

Al desbloquearlo, la pantalla del dispositivo mostraba un video en pausa, en el que aparecía el rostro esbelto de Martín, con rasgos definidos y ojos profundos.

Angélica se quedó perpleja observándola, llena de nostalgia en la mirada.

Al rozar la pantalla, el video comenzó a reproducirse nuevamente.

La voz de Martín, fría y burlona, resonó en todo el contenedor.

Angélica murmuró para sí: —Lo sé, lo dijiste a propósito para que él lo escuchara, para que pensara que yo no significo nada para ti, ¿verdad?

Al escuchar las primeras palabras, su corazón se hundió, dolida al pensar que quizás solo había sido utilizada para hacerle daño a Daniel.

Pero al oír la última parte.

Entendió.

Martín nunca le pidió que recolectara pruebas contra Daniel; al contrario, temía que ella pudiera hacer algo imprudente.

Todas su resentiemiento lo había dirigida a Danielpalabras habían sido dirigidas a Daniel.

Seguramente había anticipado que grabarían el video, por lo que lo usó para decirle que la encontraría, para darle fuerzas.

—Yo definitivamente resistiré, no te preocupes.

—

Martín continuó su persecución, pero el punto rojo que indicaba en su celular dejó de moverse.

Cuando llegó a su destino, vio a lo lejos una vieja fábrica.

Había personas entrando y saliendo, aparentemente moviendo cosas, como si se estuvieran preparando para irse.

Observó con cautela, calculando que había alrededor de siete u ocho personas.

No vio a Daniel, ni a Blas.

Y tampoco vio señales de Angélica.

—

Angélica había estado en la oscuridad durante días, sin saber cuánto tiempo había pasado. Perdiendo la razón.

El celular se quedó sin batería ese mismo día.

El contenedor nunca fue abierto.

Tenía hambre y sed, y sentía que ya no le quedaba fuerzas.

Tal vez... No lo vería nunca más.

De repente, la puerta se abrió.

Angélica, débil, entreabrió los ojos y vio entrar a dos hombres.

Le quitaron las cadenas del cuello y las muñecas. Pensó que venían a salvarla, y cuando intentó hablar, se dio cuenta de que le ataron de nuevo las manos y los pies, mientras arrastraban su cuerpo hacia afuera.

El sol brillaba intensamente y, por instinto, cerró los ojos.

A lo lejos, escuchó la voz urgente de Blas:

—¡Presidente Daniel, el plan va según lo acordado ¡Nosotros nos encargamos de distraer a la policía!

—Tú vienes conmigo. —respondió Daniel.

—Pedro escapó de la fábrica, llamó para decir que la policía ya está en camino. ¡No hay tiempo, presidente Daniel, debe irse ahora!

Dicho esto, abrió la puerta del conductor del vehículo todoterreno y empujó a Daniel adentro.

Angélica, cuando recobró el conocimiento y logró abrir los ojos, fue empujada al asiento del copiloto.