Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 237

—Antes no nos veíamos ni una vez al mes, y ahora nos vemos dos veces a la semana. Martín, ¿no te parece interesante?

Francisco sonrió, haciendo un comentario burlón.

Ambos estaban muy ocupados: uno pasaba su tiempo en el laboratorio, el otro todo el día entre planos de diseño. En un año, las veces que se habían visto podían contarse con una sola mano.

Martín esbozó una leve sonrisa: —Todo depende del estado de Francisco, si se digna a aparecer.

Mientras decía esto, su mirada pasó fugazmente sobre Angélica.

El director Emilio se mostró sorprendido: —¿Entonces ustedes se conocen?

Y luego miró a Angélica: —Entonces, esta debe ser la novia del profe Francisco. ¿Quién lo diría?

Una vez más, la confundieron con la novia de Francisco...

Angélica ya sentía un poco juzgada.

Con una sonrisa forzada, se levantó y extendió la mano: —Mucho gusto, director Emilio, también soy arquitecta en la empresa de construcción Innovadora, mi nombre es Angélica. Soy amiga del Profesor Francisco. Hoy vine a la universidad para hacer una inspección en el proyecto de la biblioteca.

Aunque sonaban a una explicación dirigida al director Emilio, en realidad, sus palabras iban dirigidas a Martín.

El director Emilio sonrió con amabilidad, adoptando una expresión comprensiva: —Entiendo, los jóvenes de hoy prefieren no llamar la atención.

Angélica se quedó sin palabras.

Ahora comprendía lo que significaba: —Cuanto más intentas explicar, peor se pone.

Decidió no seguir insistiendo.

— Martín, he reservado en un restaurante, ya es la hora —El director Emilio se mostró extremadamente respetuoso con Martín.

Angélica pensó para sí misma: Ojalá nos vayamos pronto.

Martín, con su mirada fría y distante, observó brevemente el rostro sereno de Angélica y de repente se levantó, sentándose a su lado.

—Qué tal si mejor comemos aquí en la cafetería de la Marítima he escuchado que es muy buena, pero nunca he tenido la oportunidad de probarla. No hace falta que el director Emilio sea tan amable, comeré aquí con el Profesor Francisco. Usted puede ir tranquilo.

Siendo hijo del vicepresidente, el director Emilio no se atrevió a ser descortés. Al ver que Martín insistía en quedarse en la cafetería, accedió:

—Entonces no iremos al restaurante. En el piso de arriba de la cafetería tenemos un salón privado, ¿por qué no subimos allí? Yo me encargaré de pedirla comida.

—No es necesario, el comedor está bien. No hace falta tanta amabilidad, director Emilio. Solo quiero ponerme al día con el Profesor Francisco.

El director Emilio percibió el tono en sus palabras y, temiendo molestarlo, se retiró con sus acompañantes, dejando la cafetería.

Al ver que Angélica seguía de pie, Martín la miró.

—¿Perdiste el apetito?