Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 239

—Yo también tengo una reunión y debo irme. Te pido que por favor le avises al regente Emilio que me ausentaré.

Martín dijo con seriedad.

—Claro, le avisaré al director Emilio.

Francisco respondió, y luego agitó su celular frente a Angélica: —Te envié el método, recuerda seguir tomándolo.

—Sí, gracias.

Angélica agradeció y comenzó a alejarse.

Caminó rápidamente, como si estuviera huyendo, hacia el auto.

Cuando apenas abrió la puerta del conductor, el asiento del copiloto ya estaba ocupado por Martín, quien se había subido sin previo aviso.

Angélica se inclinó hacia adelante: —Voy a casa Solano, ¿por qué te subes a mi auto?

—El auto que venía fue llevado por las personas de abajo. Tengo prisa, y para llegar a la Oficina de Diseño Arquitectónico Ciudad Oceánica, solo puedo ir en tu auto. —Martín respondió de manera sofisticada y convincente.

Angélica no pudo replicar nada y, aunque no quería discutir con él en ese momento, aceptó la situación y permitió que se subiera.

El auto avanzó por la carretera, y Angélica se concentró en la vía, sin decir una palabra.

De repente, Martín extendió la mano: —Tu celular.

—¿Qué pasa? —Angélica lo miró rápidamente.

Martín no dijo nada, pero Angélica, sin saber qué quería hacer, le pasó su celular.

Notó que él lo desbloqueó con facilidad, y Angélica, sorprendida, preguntó: —¿Cómo sabes mi contraseña?

La contraseña de su celular era el cumpleaños de Vanessa, y Angélica estaba segura de nunca habérsela dicho a Martín.

—¿Me conozco hasta en que piensas antes de dormir? —Martín no levantó la mirada, y directamente comenzó a revisar su Facebook.

Angélica ya no quería discutir con él, pero cuando echó un vistazo, vio que Martín estaba borrando los mensajes de Francisco.

—¿Por qué borras mis mensajes?

—¿No sabes que no se debe usar el remedio de forma indiscriminada? Puede ser útil para él, pero no necesariamente para ti. Si te causa algún problema, será demasiado tarde para arrepentirse.

—Eso no te da derecho a borrar mis mensajes.

—Acaso te importa, ¿para qué los voy a dejar?

—¡Estás invadiendo mi privacidad!

Angélica respondió, molesta.

Si la carretera no estuviera tan llena de autos, seguramente hubiera parado y lo habría hecho bajar en ese momento.

Martín apoyó el codo en la ventana, inclinó la cabeza y la miró de lado: —¿Invadir tu privacidad? Deja de ser exagerada.

Angélica vio su expresión burlona de reojo.

Ya entendía lo que quería decir.

Su rostro se puso tan rojo como si fuera a sangrar.

Angélica se arrepintió de haber permitido que se subiera a su auto.

—¿Por qué no has comido el desayuno que te preparé? —Martín de repente preguntó.