Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 271

Capítulo 271

Al enterarse de que Lola había ido a la clínica para buscar a Celia, Alfredo la confrontó en la

habitación.

—¿¡Quién te permitió que fueras a buscarla!? -Sus gritos eran tan altos que casi llegaron al pasillo.

Lola no podía creerlo, mirándolo con incredulidad.

-Alfredo, ¿me gritas por esa zorra?

Leonardo, al oír el alboroto afuera, entró a la habitación.

-No hables así a tu mamá. -Lo regañó.

Alfredo se masajeó las sienes con un semblante sombrío. Sentía un agudo dolor en su cabeza que le causaba zumbidos… Pero al recordar algo, se calmó un poco. Alzó la mirada a sus padres.

-¿Quién se lo dijo? —preguntó con seriedad.

Era la primera vez que Lola veía a su hijo así. Solo creía que esa mujer lo había hechizado.

-¿Eso importa? Escucha, Alfredo, ¡los Suárez jamás aceptarán que una mujer así se convierta en tu esposa! ¡Olvídala aquí! —gritó ella, enfurecida.

Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Nadie habló durante un largo rato. La señora, al ver cómo el brillo en los ojos de su hijo se apagó, dudó. ¿Había sido demasiado dura? ¿O Alfredo en serio sentía algo por esa mujer?

-Ella no se convertirá en mi esposa. -Él soltó una risa de autodesprecio-. ¿Cómo es posible que la señora Herrera sea mi esposa?

Lola se quedó pasmada. Leonardo también entendió la gravedad del problema.

-¿Qué dijiste? —preguntó él.

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-¿Esa mujer es la esposa de César? No, eso no puede ser… – La primera reacción de Lola fue negarlo.

-Si ustedes no creen en esto, ya no importa. César pronto vendrá… -murmuró Alfredo, apagado.

Dicho y hecho, Nicole tocó la puerta y entró. Al verla, la pareja comprendió que su hijo no les

había mentido…

***

Al día siguiente, apenas Celia llegó al hospital, Nicolás la llamó a su oficina. Cuando abrió la

puerta, vio a una pareja de mediana edad sentada en el sofá. Ella reconoció a Lola y adivinó que el hombre a su lado era el papá de Alfredo. Leonardo se levantó y le mostró una sonrisa

incómoda.

-Doctora Sánchez, disculpe. Ayer mi esposa hizo cosas impulsivas sin analizar la situación. Lo sentimos mucho por haberle causado problemas.

La buena actitud de Leonardo sorprendió a Celia. Como ellos se habían disculpado con sinceridad, ella no se las pondría difícil.

-Está bien.

-Lola, aún le debe una disculpa. -Nicolás le recordó.

La señora tragó saliva. Disculparse con una joven hería su orgullo, pero… Al apretar los dientes, tomó la decisión.

-Lo siento -dijo casi a murmullos.

Celia asintió y aceptó la disculpa sin falsa modestia. Después de que la pareja se fue, Celia miró a Nicolás y le agradeció.

-Gracias.

-¿Me estás dando las gracias? —Él se recostó en su sillón. Pues te has equivocado de

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persona. No fui yo quien los hizo disculparse.

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Celia se sorprendió. Si no fue él… entonces sería César. Cuando ella iba a salir del despacho, él la llamó.

-¿La exnovia de César es esa mujer llamada Sira Núñez?

Ella se detuvo, sin entender la intención detrás de su pregunta.

-Sí, ¿por qué?

Nicolás jugueteó con su pluma, sin mostrar emociones especiales.

-Nada.

Celia no exigió una respuesta. Salió del cuarto y cerró la puerta.

***

Sira había visitado tres veces a la familia Gómez, pero solo la recibió el mayordomo. Ningún

miembro de la familia apareció. Como siempre, se sentó en la sala, sintiendo las miradas y murmullos de los sirvientes. Apretó las manos y esperó con paciencia unos veinte minutos

antes de irse, frustrada.

Detrás de la ventana del segundo piso, una mujer de mediana edad sostenía una copa de

vino. Incluso su reflejo en el vidrio mostraba una belleza imponente y aire distante.

-¿Vino por Nicolás?

-Parece que sí. Ha venido tres días consecutivos -le respondió una sirvienta.

-¿Nicolás está al tanto?

—Sí, pero no le hace caso.

La mujer agitó suavemente la copa.

-Necesito saber su identidad.

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