Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 329

Capitulo 329

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Capítulo 329

Celiana, al recibir ese grito, se quedó pasmada por un momento. Cuando iba a devolver el insulto, Enzo y los sirvientes entraron a la habitación al oír el alboroto.

-¡Cariño!

Enzo se acercó a Nieve con mucha preocupación y vio que Celia le estaba cuidando. Antes de que pudiera reaccionar, Celiana lo tomó del brazo y se quedó con él.

-¡Papá! ¡Fue esta mujer la que le hizo daño a mamá! ¡Ella quiere robar sus joyas!

Él entrecerró los ojos y su mirada se puso en las joyas sobre la cama. Sabía que Nieve casi nunca mostraba estas cosas a nadie, porque quería regalarlas a su hija. Pensando en esto, se le acercó a Celia e intentó apartarla violentamente.

-¿¡Qué pretendes hacerle a mi esposa!?

No obstante, en el instante en que Celia alzó la vista, todo su ser se detuvo. Sintió como si toda su fuerza se le escapara en un instante. Esa cara… ¡Se parecía a la de Nieve cuando era joven!

Él se quedó boquiabierto durante varios segundos. Luego miró hacia Celiana, cuyo aspecto era diferente al de su esposa y tampoco se parecía a él…

-Señor Rojas, soy doctora. Hace momentos, la señora se desmayó. Nunca he intentado hacerle daño -dijo, mirándolo a los ojos. Además, fue Ben quien me trajo aquí y ya conozco a la señora desde hace tiempo. Si no me cree, puede preguntarle a Jacob.

-Deja de decir bobadas -Celiana soltó una risa burlona-. Tú, una doctora común de Rivale, ¿cómo pudiste conocer a mi hermano y a mi mamá?

-Señorita, si has perdido la cabeza, te sugiero que vayas al departamento de neurología. Ya se lo dije, si no me creen, podrían preguntarles a Jacob y a Ben.

-¡Maldita…!

Celiana, sintiéndose humillada, se puso furiosa. Tomó del brazo a Enzo y se quejó.

-Papá, jesta mujer me provocó! ¡Está mintiendo!

Enzo apretó los puños. Le había costado tanto recuperar a su hija, ¡nunca permitiría que sufriera! Aunque esta joven frente a él se parecía mucho a… De todos modos, solo confiaba en la evidencia.

-¡Lleven a esta señorita afuera! -ordenó.

-¡Señor Rojas!

El señor apartó la cabeza para no mirarla,

-Por favor, no se meta en los asuntos de nuestra familia. Además, tenemos nuestro propio médico privado.

Cuando él terminó de hablar, un sirviente se acercó a Celia y le hizo un gesto de seguirlo. En ese momento, ella

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apretó los dientes y sintió un agudo dolor en el pecho. Sin otro remedio, se levantó y se fue.

Salió al patio corriendo. De pronto, dos figuras familiares aparecieron frente a ella y se enfrentaron. Celía se sintió sobresaltada. Después de ese día en el salón privado, era la primera vez que veía a César. Resultó que había vuelto a la capital. Su expresión era serena y distante. Cuando la vio, todavía permaneció impasible. Ya no intentaba acercarse como lo hacía en Rivale. Tal vez se había dado cuenta de que debería dejarla irse. Esa era una buena noticia.

Celia aflojó los puños e intentó pasar junto a él, cuando, desde atrás, llegó la voz de Celiana.

-Señor Herrera, mi papá me dijo que usted aceptó cenar conmigo esta noche, ¿es eso cierto? -preguntó ella.

Al escucharlo, ella detuvo sus pasos y giró la cabeza para mirarlo. Vio que Celiana se dirigió a César con expresión animada. Celia retiró la mirada y quiso marcharse, pero al dar unos pasos, las palabras de Nicolás resonaron en

su mente:

“La tú del pasado no era así”. En ese matrimonio, ella siempre optaba por aguantar y ceder. No obstante, ¿qué

de había ganado convirtiéndose en una “santa” así? Pensativa, se detuvo y miró distraída hacia la manguera riego en el jardín.

-Señor Herrera, aún no me ha respondido…

Celiana creía que con hacer berrinches podría manipular a César, sin notar el destello de frialdad que cruzó por los ojos de César.

¡Splash! Un chorro de agua cayó sobre sus cabezas, haciendo que Celiana saltara del susto. Nicole también pensó que estaba lloviendo e intentó apartar a César para cubrirse. Pero al voltear, vio la manguera en manos de Celia.

Celiana, empapada, se enfureció:

-¡Maldita loca!

Según veo, eres la loca aquí, señorita Soto.

Ella arrojó la manguera al suelo y soltó una risa burlona.

-Frente a su esposa, ¿invitas al señor Herrera a cenar? ¿Qué demonios pretendes? Entiendo que quieres darme asco, pero no tienes por qué elegir a ser la tercera en discordia con tanta prisa. Si la familia Rojas se entera de que te metes en un matrimonio ajeno, te matarán, ¿no?

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