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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 445

Celia evitó su mirada ardiente.

—¡Ni en sueños! Suéltame.

César sonrió, sin decir nada más, y luego la soltó, arreglándose un poco la solapa.

—En lo de Luna Ruiz, no te metas más.

—¡Es mi amiga!

—¿Y qué puedes hacer? No tienes poder para cambiar este matrimonio —dijo César mirándola fijamente—. ¿O es que piensas hacer que huya antes de la boda?

Celia guardó silencio.

—Los Quiroga no la maltratarán antes de que se aseguren de que la boda se realizará sin problemas. Si logras que los Ruiz se echen atrás ahora, la pondrás en peligro —él sonrió—. Supongo que ya consideraste eso, por eso no dijiste nada, ¿no es así?

Celia apretó los labios. Él había adivinado sus preocupaciones y también había anticipado situaciones que ella no había previsto, lo que le molestaba admitirlo. Se dio la vuelta y le dejó una frase breve:

—Me voy.

César se quedó quieto en el mismo lugar, mirándola alejarse sin inmutarse.

***

Al día siguiente, Celia fue a la prisión a visitar a Sira. Era la primera vez que Sira se mostraba ante ella en su peor estado. Después de la sentencia, parecía haber perdido toda su agudeza y arrogancia. Estaba demacrada, con la cara llena de desolación.

No fue sino hasta que la guardiana le indicó que tomara el auricular cuando Sira volvió en sí. Lo llevó a su oído, alzó pesadamente los párpados y miró con expresión vacía a Celia, que estaba al otro lado del cristal.

—Búrlate de mí si quieres. Al fin y al cabo, tú ganaste.

—¿Crees que me perdiste a mí?

Ella guardó silencio, mientras Celia continuaba:

—Entonces, nunca amaste a César.

—¿Amor? —Sira se rio con desprecio—. Sí, todos dicen que amo a César. Claro que lo amo. Él era tan bueno conmigo y me dio la calidez que nunca había tenido antes, ¿cómo no iba a amarlo? Pero, ¿de qué sirve solo el amor? Este mundo solo valora los antecedentes, el poder y el interés. Lo que yo quería era que me perteneciera por completo, ¡pero él no lo hizo! Si no hubiera sido tan bueno conmigo, ¡ni siquiera habría perdido el tiempo quedándome junto a él!

Celia bajó la mirada. Estas palabras irónicas le sacaron una risa de exasperación. Tras un momento, apretó los dientes.

—Bueno, tenías claras tus metas. Aunque no lo amabas, te esforzaste mucho por quedar embarazada de otro hombre y por obligarme a alejarme de él, ¿no es así?

—Todos los humanos son despreciables, especialmente los hombres. Cuando lo amabas, también te abandonó por mí, ¿no es así? Cuando dejaste de amarlo, este tipo empezó a extrañarte. Es ridículo, ¿no te parece?

—Sí, es bastante ridículo —Celia sonrió con calma—. Pero no tanto como tú.

Sira parpadeó y su expresión se tornó tensa. Celia jugueteó con el cable del teléfono, impasible.

—Para echarme, dejaste a tu propio hermano en estado vegetativo y llevaste a tus padres biológicos a la muerte. ¿Cómo te sientes?

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