Cuando el Amor Llega Tarde romance Capítulo 13

Cinco años después.

En el aeropuerto Altoviento, Vicente, vestido con un impecable traje negro y gafas oscuras, salió de la terminal. Pisar nuevamente la tierra donde había pasado tantos años lo llenó de una extraña mezcla de emociones.

Cuando se fue a Londres, lo hizo convencido de que sería un adiós definitivo. Sin embargo, cinco años bastaron para que entendiera por qué esa ciudad llevaba el título de "desierto gastronómico".

Por fortuna, la existencia de supermercados asiáticos en Londres le permitió preparar su propia comida, evitando así mayores sufrimientos.

Por eso, cuando la empresa anunció su intención de abrir una sucursal en su país de origen, no lo dudó ni un instante y solicitó integrarse al equipo que lideraría el proyecto.

La mayor parte del equipo aún estaba dentro del aeropuerto. Vicente, con su maleta a un lado, se detuvo cerca de la salida para esperarlos. En ese momento, una voz femenina cargada de sorpresa y emoción se alzó a sus espaldas.

—¡Chente! ¿Eres tú?

Antes de que pudiera reaccionar, una sombra se proyectó frente a él. Al levantar la mirada, reconoció a Leticia al instante.

Después de cinco largos años, el rostro que alguna vez habitó sus sueños ahora estaba frente a él. Con la voz temblorosa, ella extendió los brazos para abrazarlo, pero Vicente fue más rápido. Dio un paso hacia atrás justo en el momento en que ella avanzaba.

—Señorita Gutiérrez, por favor, mantenga la compostura.

El tono formal y la frialdad en sus palabras dejaron a Leticia paralizada. El rechazo fue un golpe directo a su corazón.

—Chente… ¿Dónde has estado todo este tiempo? Te busqué por cinco años, cinco años enteros… Finalmente te encontré…

—Señorita Gutiérrez, mi paradero no tiene nada que ver con usted. Además, nunca le pedí que me buscara, y ciertamente nuestra relación no es lo suficientemente cercana como para que me llame "Chente".

—Parece que él no tiene interés en hablar contigo. —dijo una mujer con voz calmada pero firme, —Señorita, acosar a alguien no es precisamente lo que un caballero esperaría de una dama.

Leticia frunció el ceño y volteó a mirar a la mujer, —Esto es asunto entre él y yo. ¿Y tú quién eres para involucrarte?

La mujer alzó una ceja y esbozó una sonrisa que mezclaba burla y desprecio, —Soy su novia, y eso me da todo el derecho de intervenir. Si alguien está acosando a mi pareja, creo que tengo más que suficiente autoridad para detenerlo, ¿no cree, señora abogada?

La declaración sorprendió a Leticia, aunque no la convenció del todo. Recordó que Vicente se había marchado sin esperar a nadie, lo que le hizo dudar de la veracidad de las palabras de la mujer.

—Él me ama a mí. —dijo con una convicción casi desafiante. La otra mujer soltó una risa mordaz, —Qué curioso. Algunas personas tienen una habilidad impresionante para aferrarse al pasado. Tú eres su "pasado perfecto", querida. Yo soy su "presente continuo". Si él alguna vez sintió algo por ti, eso quedó enterrado. Y si ahora ha elegido estar conmigo, ¿qué sentido tiene que sigas insistiendo?

Leticia apretó los puños, sintiendo la daga de las palabras de la mujer clavarse aún más profundo. Pero lo único que podía hacer era observar cómo esa desconocida se alejaba con la misma seguridad y calma con la que había llegado.