Resumo do capítulo Capítulo 12 de Cuando el Amor Llega Tarde
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Los demás estuvieron con ella un rato, acompañándola con unas copas, pero poco a poco comenzaron a irse. Al final, solo quedó Leticia en la sala privada, bebiendo una copa tras otra, perdiéndose en el alcohol.
Era raro ver a Leticia así. Desde siempre había sido la hija ejemplar, la estudiante modelo, la muchacha que nunca se desviaba del camino correcto. Durante sus años de estudiante, su imagen de buena alumna la mantenía atada, incapaz de hacer algo fuera de lugar.
La primera vez que se permitió ser libre fue el año en que conoció a Pedro.
Pedro, con sus malas calificaciones, era el blanco constante de burlas y aislamiento en la clase. Leticia lo recordaba claramente, sobre todo porque en las pocas ocasiones que lo había visto, siempre estaba siendo acosado por otros.
Ella intervino un par de veces para defenderlo, y desde entonces, él no dejó de buscarla.
Con el tiempo, Leticia se dio cuenta de que Pedro tenía una habilidad especial para atraer la atención de las chicas. Incluso sus amigas parecían interesadas en él. Y ella misma, sin poder evitarlo, cayó también en ese encanto. Durante sus interacciones, Leticia se enamoró de Pedro.
Estuvieron juntos tres años. Leticia tenía planes claros: al graduarse, lo presentaría a sus padres y se casarían. Pero la madre de Leticia no aprobaba a Pedro.
Lo consideraba demasiado calculador, alguien que solo buscaba su propio beneficio. Así que decidió intervenir, enviándolo al extranjero con dinero de la familia. Poco después, organizó una cita a ciegas para Leticia con Vicente.
Al principio, Leticia no soportaba a Vicente.
Aunque él no tenía nada que ver con la partida de Pedro, en su mente, lo veía como el usurpador del lugar que debería haber ocupado Pedro. En aquel entonces, estaba convencida de que jamás podría quererlo.
Pero Vicente lo dio todo por ella, renunció a tantas cosas sin dudarlo. Cada vez que Leticia le preguntaba por qué, él siempre respondía que, para él, ella era lo más importante, que era capaz de dejarlo todo por ella.
Esa entrega absoluta logró tocar su corazón, y poco a poco, comenzó a cambiar su actitud hacia él.
Fue justo en ese momento cuando Pedro regresó.
Volvió con toda la intensidad del amor que en Leticia nunca se había extinguido del todo.
Entonces, una vez más, comenzó a distanciarse de Vicente. Porque pensaba que, si no fuera por él, el hombre a su lado sería quien verdaderamente amaba: Pedro.
—Chente, ¿eres tú? ¿De verdad volviste? Esto no puede ser un sueño, ¿verdad? —murmuró ella, con la voz arrastrada y cargada de confusión.
El hombre pareció detenerse por un momento, como sorprendido, pero rápidamente retomó su calma. Su tono, aunque suave, tenía algo ligeramente diferente a lo que ella recordaba.
—Sí, estoy aquí. Vamos, primero necesitas descansar.
Para entonces, Leticia estaba demasiado aturdida para notar las sutilezas en su voz o en sus gestos. Un leve "ding" indicó que el elevador había llegado a su destino. Poco después, él la ayudó a entrar en la habitación, donde la recostó en la cama suave. Apenas su cabeza tocó la almohada, Leticia se sumió en un sueño profundo.
Junto a la cama, Pedro observó su rostro dormido. Sus dedos recorrieron suavemente sus ojos cerrados antes de detenerse en los botones de su camisa. En su mirada apareció un destello de rabia contenida.
—Leticia, eres mía. No voy a permitir que ames a nadie más. El resto de tu vida, vas a estar conmigo, te guste o no.
Después de decir esas palabras, se despojó de su propia ropa y se acostó junto a ella.
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