Las luces de la ciudad ya brillaban, encendiendo la noche.
La Subasta Suprema: todo lo que aparece aquí en venta es una auténtica joya.
Cuando Javier y Gabriela entraron al lugar, todas las chicas de la alta sociedad no podían ocultar la envidia al mirar a Gabriela.
Esa noche, Gabriela se veía increíble. Llevaba un vestido de gala rojo, edición limitada de Arte en Tela, ajustado y elegante. Sus aretes de diamantes colgaban y refulgían con cada movimiento, llenándola de un aire radiante, como si estuviera envuelta en perlas y joyas.
Ante todas esas miradas llenas de admiración, Gabriela se sentía más orgullosa que nunca. Alzó aún más la barbilla, satisfecha.
Ella, Gabriela, era la única mujer que Javier traía a los eventos públicos.
Beatriz sería la esposa de Javier, pero él no la quería. Ni siquiera la había presentado nunca en sociedad. Al recordarlo, Gabriela se sintió más triunfadora todavía y saludó con gracia y seguridad a quienes la rodeaban.
La llegada de Javier provocó un verdadero revuelo en el salón, pero él ni se inmutó. Sin mirar a nadie, condujo a Gabriela directo a la zona de la subasta.
Javier era cliente VIP en ese lugar. Tenía el mejor asiento, justo en la primera fila. Sin embargo, al sentarse junto a Gabriela, notó que el lugar a su lado estaba reservado para alguien de estatus aún más alto.
Le preguntó a su amigo, que estaba cerca:
—¿Quién es el invitado que se va a sentar aquí al lado?
Ese lugar de subastas le pertenecía a su amigo Saúl.
Saúl tenía unos rasgos casi de cuento, con el cabello largo, apenas rozándole las orejas, ligeramente ondulado, y una actitud desenfadada que le daba un aire de personaje salido de un cómic: atractivo, pero con un punto rebelde.
Comparado con el porte reservado y misterioso de Javier, Saúl parecía mucho más ligero y coqueto.
Saúl sonrió con picardía, mostrando un gesto lleno de segundas intenciones.
—Yo también quiero saber quién es. Mi papá lo organizó todo y solo dijo que era su invitado más importante.
Javier frunció el entrecejo, la mirada se le volvió afilada, casi como si cortara. Invitado más importante... seguro venía por el diamante violeta.
¿Quién de los grandes empresarios sería?
Gabriela también estaba intrigada. ¿Quién sería esa persona tan especial?
El salón de la subasta se fue llenando poco a poco con los magnates y familias más poderosas.
Solo quedaba vacío el primer asiento, reservado para ese invitado distinguido.
El presentador ya estaba en el escenario, y la primera pieza para subastar había sido llevada por guardias de seguridad.
Gabriela sintió un escalofrío. ¿Cómo podía ser que la invitada más importante fuera Beatriz?
Javier también se sorprendió, los ojos se le oscurecieron y la tensión lo invadió por dentro. Pasó la mirada por Beatriz con indiferencia. Así que ella era la invitada de honor.
Interesante.
Resultaba que ella todavía tenía muchos secretos.
Saúl, como amigo de Javier, conocía bien a Beatriz y estaba al tanto de todo. Sabía de su divorcio y de la nueva relación de Javier.
Para Saúl, no era raro. Javier cambiaba de pareja como quien cambia de camisa. Nunca le duraba una mujer más de tres meses.
El hecho de que hubiera estado cuatro años con Beatriz casi lo había hecho pensar que esta vez era en serio.
Sin embargo, Beatriz nunca había brillado tanto como hoy. Saúl la miró de perfil y pensó que no era para nada como decían los rumores: para nada era una mujer apagada.
Javier, con voz baja y cortante, soltó:
—Beatriz, ¿desde cuándo tienes derecho a sentarte aquí?

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