Ares durante varios días intentó parecer tranquilo frente a Vanesa, no volviendo a mencionar el tema del bebé, ya que notó que siempre estaba a la defensiva y evitaba mantener largas conversaciones con él, salvo cuando se refería mal de su esposa, que en el trabajo había resultado muy buena. Había cerrado varios contratos, gracias a la buena gestión y promoción de Aurora, que era no solo apoyada por su madre, sino también por Daniel y Adriana, quien ya no era aquella chica torpe y retraída que ni siquiera podía hablar en su presencia. Las hermanas Hermswort, aunque le costara reconocerlo, eran excelentes y a pesar de las riñas, la empresa marchaba a las mil maravillas, aunque debía controlarse muchas veces para no explotar frente a todos cada vez que veía a Aurora sonreírle a un cliente. Era evidente que le disgustaba, no soportaba que estuviera cerca de otro hombre mostrando su amplia sonrisa, cuando a él muchas veces lo ignoraba, y solamente le hablaba para mostrar su desacuerdo con ciertas decisiones. Además, los chismes de pasillo desde que empezó a trabajar su esposa, sobre su vida amorosa, era inevitable que llegarán a sus oídos, y aunque intentaba no prestarles atención, no era agradable que sus empleados crearán teorías sobre su vida personal.
Era confuso y frustrante para Ares, no poder decirle nada a la mujer que era su esposa, y que además parecía saber muchas cosas que él aún no.
—Lina, ¿puedes venir, por favor? —Le pide a su secretaria a través del teléfono.
—Si señor. En un momento. —Segundos más tarde, entra la chica a la oficina. —¿Se le ofrece algo, señor?
—Sí. ¿Recuerdas la investigación que mi madre evitó que me entregaras?
—¿Eh? Si…
—¿Recuerdas lo que te dijo esa vez?
—Recuerdo que estaba muy nerviosa cuando vio la información, lo que no es normal, y me prohibió que rotundamente le dijera algo o me echaría.
—¡Ya veo!… Y Aurora, mi esposa, ¿recuerdas cuando te entregó el anillo?
—Si
—Ese mismo día, ella ya había estado aquí, cuando pasó el accidente de Vanesa en las escaleras, ¿lo recuerdas?
—Como olvidarlo, si esa señorita Vanesa, siempre ha sido grosera y muy altanera, nada que ver con la señorita Aurora que aunque cambio su forma de vestir, sigue siendo un ángel.
—¡Ejem-ejem! —Carraspea un poco Ares. —Podrías por favor limitarte a responder lo que te pregunté.
—¡Emmm!, sí, lo siento, señor. —Comenta Avergonzada. —Ese día su esposa, llegó justo unos minutos después de que usted se había ido, me dijo que quería entregarle algo, y que por eso esperaría. Durante más de media hora, ella esperó y yo la dejé por unos minutos por qué debía llevar a archivo los documentos de los McLaren que habían llegado de importación. Cuando regresé, pude ver desde el pasillo cómo la señorita Vanesa, le exigía que le mostrará algo, y al mostrárselo quiso quitárselo y la señora Aurora se marchó y la señorita Vanesa tras de ella hecha una furia. Unos 20 minutos más tarde, vi llegar a los paramédicos y supe del accidente de esa señorita Vanesa. —Dice con algo de fastidio en su voz.
Ares, que recuerda el vídeo de las cámaras de seguridad, cae en cuenta de que lo que dice Lina, puede ser cierto, pues al no tener voz, él simplemente lo relacionó a la historia de Vanesa. Aunque que Vanesa provocara a Aurora no significaba que ella no la hubiera tirado por las escaleras, pero ya en dos ocasiones Aurora había afirmado que Vanesa era la asesina y no ella, entonces, ¿y si Aurora realmente dice la verdad? —Por primera vez lo piensa y eso lo martiriza. —Si esa posibilidad es cierta, yo... yo no tendría perdón...
—¡Señor!... ¡Señor! —Lo llama varias veces Lina, liberándolo de sus pensamientos.
—¿Eh? Sí...
—Quería saber si ya podía volver a mi puesto o necesita algo más...
—Sí. Necesito algo más... Quiero que contrates nuevamente a alguien para recoger información nuevamente de Vanesa.
—Señor, pero su madre...
—Ella no lo sabrá, ya no es la presidente de la empresa, y aunque así fuera, de mi madre me encargo yo.
—Está bien. —Asiente la chica, que acata la orden de su jefe de inmediato.
Ares, que no puede esperar a que Lina recolecte la información, al recordar todo lo que le hizo a Aurora, va hacia la oficina de su esposa, dispuesto a preguntarle lo que sabe.
—¡Señor presidente! —Se sorprende Magdalena, la secretaria de Aurora, que en más de una ocasión ha escuchado por accidente a su jefa quejarse de su esposo, e incluso le ha parecido escucharla llorar.
—¿Aurora está? —Pregunta centrado en la puerta de la oficina de su esposa, ansioso de verla.
—Sí, señor, pero está ocupada con Rafael, uno de los ingenieros.
Ares, sin atender la observación de la mujer, entra a la oficina sin ser anunciado y por primera vez enloquece al ver muy cerca de Aurora, al empleado que está parado al lado de ella, inclinado en una posición para Ares bastante comprometedora, dedicándole una amplia sonrisa con mucha confianza; aunque la realidad era que simplemente le explicaba el plano del nuevo modelo que estaban desarrollando.
—¿¡Que está pasando aquí!? —Reclama enceguecido por los celos.
Rafael, que se aparta de inmediato asustado por la furia de su jefe como si en realidad hubiera estado haciendo algo malo, mientras que Aurora se queda petrificada sin saber qué hacer ante la reacción de su esposo, que siempre era muy medido con sus acciones a pesar de estar molesto, pues jamás frente a otro lo había visto perder la calma salvó el día que Oliver la ultrajó.
De pronto, dando zancadas largas, toma a Rafael del cuello de la camisa en un abrir y cerrar de ojos.
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