Adrián ya había estacionado el carro justo en la entrada de la casa de los Blanco. Mientras tanto, en el asiento trasero, Yanina y Marvin seguían discutiendo, ninguno dispuesto a ceder.
Adrián, sin decir nada, bajó y se alejó discretamente.
—Yanina, aún no nos hemos divorciado. Sigues siendo la señora Blanco. ¿Podrías, por favor, mostrar un poco de compromiso con el acuerdo? —Marvin, al ver lo terca y caprichosa que se mostraba Yanina, dejó de lado el tono amable y su voz se volvió mucho más dura.
Yanina giró la cabeza y lo miró con frialdad.
—Está bien, Marvin. Voy a cumplir con ese “compromiso” que tanto mencionas y te acompañaré de regreso a la casa familiar. Pero más te vale estar preparado… porque te vas a arrepentir —le soltó, con una mueca desafiante.
—Hmpf—
Yanina abrió la puerta del carro, bajó y se dirigió directamente a la entrada.
Adrián ya había sacado su maleta del maletero y la esperaba a un lado. Yanina tomó la maleta y, sin mirar atrás ni decir palabra, entró arrastrándola directo hacia el vestíbulo de la mansión Blanco.
Apenas cruzó la puerta, Mónica se le acercó rápidamente. Mirándola con aires de superioridad, comenzó a regañarla como si fuera una niña desobediente.
—Señora, por fin regresa… Está bien que se tome unas vacaciones, pero estos tres días ni contestó el teléfono, ni respondió los mensajes de WhatsApp. Nos puso a todos de cabeza, hasta hizo que el señor tuviera que regresar desde el extranjero. ¿No cree que eso estuvo muy mal?
Yanina la fulminó con la mirada y respondió de inmediato:
—¿Que si está bien o mal? Eso es asunto de mi matrimonio, ¿no? ¿Quién te crees para meterte en lo que no te importa? ¿Eres la mamá de Marvin acaso? Solo eres la que cocina aquí. ¿Tú crees que tienes derecho a darme lecciones?
Mónica se quedó helada, incapaz de pronunciar palabra. Los labios le temblaban y todo el cuerpo le vibraba de la impresión.
Pero a Yanina no le importó en lo más mínimo. Se quitó los zapatos de cualquier manera, se puso unas sandalias y, tras dejar en su lugar a esa sirvienta entrometida, subió las escaleras arrastrando la maleta, sin prestar atención a las miradas atónitas del personal de servicio.
Era el inicio de una nueva Yanina. Desde ese momento, dejaría de reprimir su verdadera personalidad para agradar a Marvin. Ya no pensaba seguir cambiando para adaptarse a lo que él quería.
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