Todos los ojos se volvieron hacia Denise, que incluso bajó la cabeza, visiblemente avergonzada.
— ¿Tuyo? — replicó Saulo, completamente confundido—. ¿Cómo que… tuyo?
Levantando el rostro lentamente, ella miró a los ojos azules de su esposo y, con la voz temblorosa, confesó:
— Estoy embarazada.
— Ay, Dios mío… — murmuró Saulo, boquiabierto.
Como si hubiera escuchado mal, parpadeó varias veces. Tambaleó un paso hacia atrás, llevó la mano al pecho y abrió los ojos con sorpresa. Todo fue tan rápido que nadie tuvo tiempo de reaccionar.
Si no fuera por Noah, que lo sostuvo a tiempo, habría caído al suelo.
— ¿Amor? ¿Amor? —Denise corrió hacia él, tocando su rostro—. ¡Saulo, háblame!
Pero el esposo ya se había desmayado, con el rostro pálido y una expresión entre el susto y la incredulidad.
— ¡Se desmayó! —exclamó Elisa, llevándose las manos a la boca, aterrada.
— ¡Traigan agua! ¡Rápido! —gritó Denise, desesperada, mientras ayudaba a Noah a sostener a Saulo.
— ¡Yo la traigo! —dijo Aurora, corriendo hacia la cocina.
Con cuidado, Noah acomodó a su suegro entre los brazos y lo recostó en su propia cama, intentando mantener su cabeza elevada con una almohada.
— Respiración normal… pulso normal… solo fue un susto fuerte —dijo, intentando mantener la calma mientras observaba el rostro apagado de Saulo.
Eloá, sin saber qué hacer, se quedó parada cerca de la puerta, con los ojos muy abiertos. Estaba en shock, entre lo que acababa de suceder y la revelación de su madre.
—Dios mío… —murmuró, aún intentando asimilar la situación.
Aurora volvió con el vaso de agua y Denise humedeció sus dedos, mojando el rostro de su esposo mientras le hablaba con voz baja y reconfortante.
— Saulo… amor… despierta, por favor. Me prometiste que vivirías hasta ver a los bisnietos corriendo por la casa, ¿te acuerdas?
Como si esas palabras activaran un botón escondido, Saulo finalmente abrió los ojos lentamente, parpadeando con dificultad.
— ¿Qué… qué día es hoy? —murmuró, confundido.
— Hoy es el día en que descubriste que serás papá otra vez —respondió Denise con una sonrisa tímida y los ojos llenos de lágrimas.
—Esto no puede estar pasando… —balbuceó, cubriéndose los ojos con el brazo—. Pensé que tendría nietos… ¿Y ahora seré padre?
Noah río, visiblemente aliviado.
— Con todo respeto, suegro… pero creo que esta noticia lo va a hacer mucho más feliz que imaginar a Elisa embarazada.
Saulo se quitó el brazo del rostro y miró a su yerno, frunciendo el ceño al notar algo.
— Pero dime una cosa… ¿Por qué sigues solo en calzoncillos delante de todos?
— Creo que no me dio tiempo ni de entender lo que estaba pasando —respondió Noah, levantándose para ir al closet.
— ¡Ay, muchacho!… —refunfuñó, aún medio aturdido. Luego miró a Denise—. Morena… ¿Es en serio?
Ella se agachó a su lado y le dio un beso en la frente con cariño.
— Sí… quería darte una sorpresa, lo planeé todo… pero tú te adelantaste y decidiste montar un espectáculo completo —dijo con humor.
— Que alguien me traiga un calmante… o una manta para esconderme de la vergüenza —murmuró él, provocando risas nerviosas en todos.
— Y después dicen que yo soy la “alocada” de la casa —comentó Elisa con ironía, cruzándose de brazos—. Francamente, papá.
Aunque avergonzado, Saulo suspiró hondo y una pequeña sonrisa se escapó por la comisura de sus labios.

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