Al verlo llegar, Abril instantáneamente ocultó la expresión de malicia de su rostro, pero aun así mostró su mal humor, murmurando: "¡Siempre favoreciendo a los de afuera!"
Lorena tampoco se mostró tan firme como antes y simplemente preguntó: "¿Por qué?"
"Verás, le dije a mi abuela que le llevaría unos vestidos hechos especialmente para ella."
Camilo sonrió y luego dijo: "Este fin de semana tengo que llevar a Cloé conmigo para escuchar la opinión de mi abuela. Si tú la haces enojar y ella se molesta conmigo, ¿cómo voy a explicárselo a mi abuela?"
Al escuchar eso, Abril frunció el ceño y preguntó: "¿Vas a llevarla a ver a Lucía Galindo?"
"¿Y eso a ti qué te importa?" Camilo era parco en palabras y no quería gastar saliva.
Abril resopló fríamente diciéndole: "Lucía, con su importancia en las tradiciones y la reputación, ¿cómo podría aceptar a alguien... que había sido dejada...?"
"Abril, si mi abuela puede tolerarte, estoy seguro de que señorita Coral será muy de su agrado."
Incluso frente a Lorena, Camilo no dejó espacio para que Abril se defendiera.
Lorena, conteniendo su ira, cedió: "Dado el caso, por respeto a ti, dejaremos este asunto por la paz."
"Que te vaya bien."
Con una voz suave y desinteresada, Camilo prácticamente nos despidió. Esa actitud de no tomar a nadie en serio, era tan frustrante que te hacía rechinar los dientes, pero no te atrevías a replicar.
Esperé a que la madre y la hija se alejaran para agradecerle: "Muchas gracias. ¿A qué se debe tu visita?"
"Me debes tres comidas."
Camilo arrastró una silla casualmente y se sentó de manera relajada: "Como dije antes, vine a cuidar de tus asuntos."
No le creí y le pregunté: "¿Tan generoso te has vuelto?"
Ese hombre nunca se levantaba temprano si no veía beneficios. Nunca hacía un mal negocio.
Él chasqueó la lengua, arqueando las cejas y diciendo: "Veo que ya me estás conociendo. Tienes razón, he venido a proponerte un negocio."
Me di cuenta de lo que implicaba. Los vestidos a medida estarían dirigidos a la clase media-alta. Y la familia Galindo, en Villa del Mar, pertenecía a la élite que todos querían acercarse. Si Lucía Galindo llevaba puestos los vestidos que yo diseñé, no debería preocuparme por abrirme mercado entre ellas.
Sin embargo, lo miré con precaución y le pregunté: "¿Qué es lo que quieres que te prometa?"
Después de lo ocurrido en la fiesta, ya aprendí la lección.
Sus acciones nunca habían seguido ningún principio, no me sentía segura sin preguntar primero.
"Todavía no lo he decidido."
Se encogió de hombros, observándome con curiosidad, "¿Qué crees que tienes ahora que valga la pena que yo me esfuerce tanto en engañarte?"
Me dejó sin palabras, después de un momento de reflexión, acepté: "Está bien, te lo prometo."
Aunque su actitud era impredecible, nunca había hecho nada que me perjudicara. Por el mercado de Villa del Mar, valía la pena arriesgarse. Una vez que todo estuvo acordado, no mostró intenciones de irse. No pude evitar preguntar: "¿No te irás?"
Camilo jugueteaba con su teléfono, sin levantar la vista: "Te espero a que salgas del trabajo."

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